El uso del dinero -público o privado- siempre es un dolor de cabeza, no se diga para la salud. Ante el panorama epidemiológico que presenta nuestra nación, todos estamos de acuerdo que el sector público debería gastar mucho más en salud. Pero la triste realidad es que el sector público no solo gasta menos en inversión directa al público, sino que mal gasta y sufre de una crisis crónica de mal manejo y robos que lleva décadas y como consecuencia de esa debacle administrativo-financiera, el público cada día pone más de su bolsillo para curarse. En tales circunstancias, el costo de la atención médica, el precio de los productos terapéuticos en varias enfermedades corre de su cuenta y dentro de un mercado que más que ser competitivo es monopolista. Por lo tanto, no creo que ayude a la comprensión pública de nuestro dilema, afirmar que no hay «crisis» –como algunos funcionarios de gobierno argumentan-.

Según algunos economistas, el problema es que queremos tener nuestro pastel y comérnoslo antes de cocido. Queremos más y mejor atención médica, pero no tenemos un sistema de salud, un proceso justo y equitativo, que distribuya gastos equitativamente o asegure el acceso a la salud igualitario, para todos los ciudadanos. Eso es lo que yo llamaría una verdadera «crisis».

Pero hay otro elemento que agrava la crisis: el comportamiento financiero de los ahora llamados «proveedores de atención médica». Por supuesto que el público no debería –constitucionalmente hablando- preocuparse por la «remuneración que va de fácil a abusiva» que involucra personas e instituciones en la «industria» de la prestación de un servicio de atención médica. Es ridículo en un país consumista como el nuestro, esperar que «De alguna manera, los proveedores de atención médica se comporten de manera diferente a los proveedores de otros bienes y servicios«. Los mismos problemas administrativos tiene el campo de la proveeduría de salud, el truco y delito está en las ganancias y gananciosos en el contrato comercial.

Ante tal acontecer en el sistema de salud, el estado debería preguntarse ¿Por qué el público debería esperar que los proveedores de atención médica sean diferentes de otros «proveedores»? ¿Realmente debe verse diferencia entre médicos, hospitales y clínicas, por un lado, y «proveedores de otros bienes y servicios» por otro? ¿Considera el sistema de salud, como una industria más, y a los médicos como un grupo más de empresarios? El medico también debería responderse ¿Dónde encaja el compromiso profesional con el servicio y su visión de la atención médica? Y resolver ¿Los hospitales no tienen la responsabilidad de servir a la comunidad, o reservan esa obligación solo para los hospitales públicos financiados con impuestos? Cuestión de políticas, ética y moral y negocio se meten zancadilla en el estado actual de cosas que rige dentro del sistema nacional de salud planteadas en esas dudas. A estas alturas, enoja que economistas y politólogos, sociólogos, no hayan respondido y aclarado esas dudas; que no desarrollen a profundidad soluciones al dilema costo-salud, dado el impacto que en numerosísimas familias tiene el curar a un ser querido, que puede endeudarlos de por vida.

Como médico, creo que la primera responsabilidad de la profesión médica, es servir como agente y asesor de confianza para los pacientes (a muchos médicos, el estado, es decir el pueblo, les sirvió como agente financiero en su carrera). Los médicos deberían ser compensados adecuadamente por su tiempo y esfuerzo, pero no como hombres de negocios. Desafortunadamente, demasiados médicos hoy en día, están sucumbiendo al atractivo de las ganancias fáciles y se están convirtiendo en empresarios. Las corporaciones de hospitales y otros recursos médico quirúrgicos, es propiedad de inversionistas y eso es bueno, pero no debería entonces permitir el estado que se formen monopolios en ello. Obviamente son negocios y sus dueños tienden a pensar en el cuidado de la salud como un negocio, pero debería efectuarse con entera libertad de mercado en que el mismo estado puede ser su competidor también. Pero ante tales divagaciones acá surge mi duda ¿significa esto que el sistema de salud, realmente es fundamentalmente igual que cualquier otro negocio, o que deberíamos alentarlo a que lo sea? Pueblo y gobierno deberían resolver este dilema, antes que la crisis se vuelva un infierno.

Si el que escribe esto fuera un economista, estoy seguro que es posible que no vería ninguna distinción entre la práctica de la medicina y un negocio, pero ese punto de vista sería fuertemente cuestionado por muchas personas ajenas a la economía, incluida la gran mayoría de los profesionales de la salud. También sería cuestionado, por casi cualquier persona que haya tenido un encuentro personal importante con la atención médica. Los pacientes enfermos o asustados, no ven a sus médicos como «proveedores de otros bienes y servicios», ni piensan en el hospital al que acuden para recibir tratamiento, como simplemente otra tienda por departamentos.

Realmente ubicar la medicina socialmente, se ha vuelto un verdadero reto para todos desde el punto de vista que se quiera ver. Hay una gran discusión al entorno de los dos contenidos que he mencionado como críticos y que están revestidos de crisis ética también: 1º que el costo es esencia de nuestra crisis de atención médica, y 2º que no espero que el comportamiento de los médicos sea diferente al de «proveedores de otros bienes y servicios». Eso demanda de una gran discusión multidisciplinaria académica-política-social diría yo y no solo en este sector, sino en todos los sectores sociales, pero zapatero a tu zapato. El problema real es de bastante difícil discusión y contempla ver con claridad cuánto queremos gastar en atención médica y cómo repartir el costo entre los distintos grupos y miembros individuales de la sociedad.

Otro elemento urgente de discusión en el tema es el siguiente: No creo, como aparentemente se nos hace ver por gobiernos e incluso instituciones y asociaciones que se prestan a ello por ser proveedoras, que las licitaciones en este sector, hayan hecho que las empresas farmacéuticas sean competitivas. No es cierto. Y eso obedece a que las instituciones de salud, se han vuelto juez y parte del negocio, cuando bien podría establecerse y existe toda la maquinaria para que así se pueda hacer, que la atención médica generalmente se financiara con nómina de precios y no de marcas. Bajo esa visión, colectivamente, las empresas comerciales a través de centros de distribución, podrían soportar su competitividad ajenamente de manipulaciones financieras por el sistema de salud. Hay razones más convincentes por las que las empresas comerciales encuentren esto atractivo. No importa de dónde proviene la aspirina al sistema de salud. Importa que no se salga del precio que pagará.

Y en medio de todo esto, hay otro elemento que echa leña a la crisis: prioridades de estado. Al estado le interesa la salud poco, y digo esto, porque no veo por qué nuestro sector público no pueda absorber gastos adicionales en atención médica. Basta con ver la distribución del presupuesto para justificar mi observación. Miles de millones al ejército; miles de millones en programas de apoyo al transportista; gastos diseñados para pagar X y Y. Acaso eso no es cuestión de prioridad; prioridad fijada para beneficio ¿de quién?

En resumen, mantengo el argumento de que analizar la crisis solo viendo el porcentaje del PNB [producto nacional bruto] que gastamos en atención médica o la difícil situación de los negocios de proveedores o el ingreso promedio del personal de salud, son cortinas de humo para ocultar la verdadera dimensión de la crisis en salud que tenemos ante nosotros y que fundamentalmente tiene que ver con una aparente falta de voluntad del Estado, preocupado más por negocios propios que por el bienestar público y de una iniciativa privada, más preocupada por obtener más ganancias que por pagar con más, el mantenimiento económico y médico de los pobres. No es una crisis económica o de costos impuesta desde el exterior la que atravesamos; es una crisis moral nacional el origen de todo esto. Eso es lo que quiero decir con la declaración de que «el problema real es desigualdad del sistema de salud, es cómo repartir el costo de nuestra atención médica entre los miembros individuales de la sociedad con equidad». Entonces, resulta más que evidente, que debemos dejar atrás o para la literatura o la historia el que: Hace mucho que pasó el tiempo, en que un sector tan vasto y técnicamente complejo, como el sector de la atención de la salud, podía ser dirigido por misioneros y donantes de espejitos.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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