De qué enfermedad hablamos

El Accidente cerebrovascular (ACV) es un nombre colectivo para las enfermedades vasculares en el cerebro, que dan lugar a síntomas neurológicos agudos. En el 85 por ciento de todos los casos, los accidentes cerebrovasculares son causados ​​por un coágulo de sangre (accidente cerebrovascular isquémico agudo). En alrededor del 10 por ciento de los casos, los accidentes cerebrovasculares son causados ​​por sangrado dentro del tejido cerebral (hemorragia intracerebral), mientras que alrededor del 5 por ciento se deben al sangrado entre las meninges (hemorragia subaracnoidea).

Durante un accidente cerebrovascular, se produce una falta de oxígeno en alguna parte del cerebro, lo que provoca la muerte de las células cerebrales en esta área. Tanto un coágulo de sangre como una hemorragia, provocan daños en el cerebro.

Varios factores diferentes aumentan el riesgo de accidente cerebrovascular. En el ictus isquémico agudo, los principales factores de riesgo son la hipertensión arterial, la fibrilación auricular, el tabaquismo, la diabetes, la actividad física insuficiente y otros factores relacionados con el estilo de vida. En la hemorragia cerebral, la hipertensión arterial es el factor de riesgo más importante.

La gravedad o la duración de los síntomas de un ACV pueden variar mucho, desde una disfunción neurológica leve hasta una más prolongada o pronunciada.

El accidente ACV puede ser una afección potencialmente mortal y la víctima necesita atención inmediata para reducir el riesgo de daño cerebral grave.

Qué desajustes provoca en el paciente y su familia

 

A nivel mundial, el ACV es la segunda causa más común de muerte y discapacidad. En nuestro país probablemente aún no, pero vamos hacia ello.

La tasa de mortalidad aguda por ACV isquémico agudo (dentro del primer mes) es de aproximadamente 10 por ciento, mientras que la tasa de mortalidad por hemorragia intracerebral es de aproximadamente 30 por ciento. En las personas que sobreviven a la fase aguda, los síntomas suelen mejorar a largo plazo. Después de tres meses, el 80 por ciento de los pacientes son independientes con el apoyo de otra persona para realizar actividades básicas de la vida diaria. Es por eso que los cuidos al salir del hospital se vuelven fundamentales.

El ACV es una enfermedad que afecta a la mayoría de las familias. En realidad, casi todos tenemos un vecino, abuelo, madre, padre o amigo que se ha visto afectado. Y lo más trágico, la mayoría de ellos tienen la mala suerte de que después del derrame tienen secuelas y es una lotería obtener buenos cuidados y la atención médica luego de sacar a las personas del problema agudo, después de la etapa de emergencia, no funciona bien y muchos mueren por los descuidos de la atención. Entonces, podríamos decir el camino recorrido por la medicina en lo que respecta al proceso de atención aguda ha evolucionado mucho, pero queda mucho trabajo por delante del paciente después del alta del hospital.

El tratamiento es largo y costoso en todo sentido

Por lo tanto, ahora se abre la necesidad de que el sistema nacional de salud abra las primeras pautas para el cuidado del ACV después de la etapa aguda, en todos sus niveles de atención que beneficie a todos los pacientes con ACV. Eso significa una necesidad de identificar posibles criterios epidemiológicos que orienten la priorización de acciones de salud pública tanta preventivas como curativas y rehabilitantes.

El riesgo de morir de ACV en Guatemala muestra marcadas desigualdades nos dice el estudio de Alejandro Cerón y Gila Goldstein, de la Universidad de Denver y aún más por municipio y el riesgo de morir es más alto en personas mestizas o ladinas, en niveles educativos bajos, y en personas que se dedican a ocupaciones elementales. Según datos del MSPAS del 2008 al 2014 se ha reportado un aumento de la mortalidad por ACV (de 11 por 10,000 habitantes a 21).

No sabemos cuántos de los pacientes que sufren un ACV mueren pos hospitalización, pero se dice que, en otras latitudes, como Europa, uno de cada cinco muere dentro de los tres meses, los que sobreviven a menudo tienen algún tipo de discapacidad permanente. Lo cierto es que toda persona que sufre un ACV, tiene una mayor o menor necesidad de atención médica continua y rehabilitación. La cuestión de hacer frente a la vida cotidiana, luego del shock, no pocas veces resulta en enfermedad mental como depresión. Algunos también pueden necesitar ayuda para recuperar el habla y ayuda relevante con problemas cognitivos o espasticidad. Se ha estimado que alrededor del 30% de las personas que sufren un derrame cerebral desarrollan espasticidad, lo que la convierte en una de las complicaciones más comunes. La espasticidad puede significar cualquier cosa, desde problemas de movilidad hasta invalidación total. No tenemos encuestas nacionales al respecto de personas atendidas por esto, pero en otras latitudes se ha determinado por las juntas de bienestar que solo el 15% de las personas que podrían beneficiarse enormemente del tratamiento de la espasticidad, reciben este tratamiento.

Se ha estimado que un buen tratamiento luego de la fase aguda, el proceso de rehabilitación, debe comenzar tempranamente durante y antes del alta de la unidad de atención aguda del ACV y que incluye medidas y apoyo durante toda la vida.  Seguimiento estructurado de por vida, y en los casos en los que sea necesaria una rehabilitación continua, son dos procesos que en un programa de salud deben ocurrir al mismo tiempo. El objetivo debe ser que todos sean lo más independientes posible. Una característica de estos programas de rehabilitación es que debe ser un tipo de rehabilitación multidisciplinario, es decir, donde diferentes habilidades trabajan juntas.

 

Un programa de rehabilitación bien diseñado, debe considerar que:

  • La mayoría de pacientes que sobreviven a un ACV nunca han participado en la rehabilitación de un equipo cohesivo. O se les niegan los períodos de rehabilitación recurrentes, que corresponden a sus necesidades.
  • Es muy posible que casi ningún centro de atención cuente con un plan vigente para la rehabilitación. Ningún centro de atención genera ni información ni capacitación a pacientes y familiares sobre ello.
  • No recibir ayuda con la atención médica y la rehabilitación después de un accidente cerebrovascular, puede conducir a una mayor dependencia de la ayuda de la sociedad y los familiares. Ayuda y tiempo del que carecen muchas de las familias de afectados.
  • El riesgo de problemas de salud continuos también es grande, ya que en los pacientes con ACV, otros problemas de salud relacionados con el estilo de vida, aumentan si no recibe rehabilitación y asesoramiento. Puede tratarse de hacer ejercicio, comer bien, adoptar medidas preventivas para reducir el riesgo de otro derrame cerebral.

 

Tanto el público como el sistema nacional de salud, debería tomar conciencia de que no recibir ayuda con la atención médica y la rehabilitación después de un ACV, puede conducir a una mayor dependencia de la ayuda de la sociedad y los familiares. Esa atención, su propósito, debería ser estimular el uso de medidas científicamente evaluadas y efectivas en esta área y ser una base para la priorización abierta y sistemática en el cuidado de la salud.

No debemos olvidar que cada año, -no sabemos cuántos- miles de personas en nuestro medio se enferman con algo que se llama AIT (ataque isquémico transitorio). AIT es una alteración transitoria de la circulación sanguínea cerebral y se debe a un pequeño coágulo de sangre que se disuelve rápidamente. Los síntomas pueden ser de los mismos del tipo que en el accidente cerebrovascular, pero en el AIT los síntomas desaparecen en unos pocos minutos a un día. Sin embargo, AIT significa un riesgo mucho mayor de obtener uno nuevo y más grave. El riesgo se reduce significativamente con medidas preventivas tempranas a sus casusas como otras enfermedades que causa el ACV y que describimos al principio de este artículo.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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