La ciencia ha demostrado que la inflamación crónica aun de bajo grado puede convertirse en un asesino silencioso que contribuye a las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes tipo 2 y otras afecciones. Pero y qué decir de su efecto en el sistema nervioso y el cerebro.

Desde que empezó el COVID-19, no es extraño entre neurólogos que hablen de pacientes que llegan a sus clínicas luchando con «desafíos cognitivos» desde que se recuperaron de una infección diagnosticada de COVID-19. Entre esos pacientes que consultan a los neurólogos, algunos fueron asintomáticos, sienten que su pensamiento y memoria cambiaron y que aún no han vuelto a la normalidad.

 

¿Qué se sabe de este mal?

Según el especialista, Dr Andrew Budson, hay muchas formas en que el COVID-19 puede dañar el cerebro. Algunos llaman a esas formas “Los efectos cognitivos ocultos a largo plazo del COVID-19”. El COVID en términos de mortalidad ha sido devastador. Solo en EE. UU. ha cobrado tantas vidas como la Primera Guerra Mundial, la de Vietnam y la de Corea combinadas. La mayoría de estas muertes se deben a las conocidas complicaciones pulmonares del coronavirus. Sin embargo, cada vez se reconoce más que el virus también ataca el sistema nervioso. Los médicos han descubierto, aunque no se han realizado estudios serios y concluyentes al respecto, que una proporción alta, que quizá ronde el 40% de pacientes, muestran manifestaciones neurológicas al principio de la infección, y que alrededor de uno de cada tres de ellos tuvieron problemas cognitivos. Algunos intensivistas creen que las manifestaciones neurológicas pueden ser devastadoras e incluso conducir a la muerte, como la encefalitis, los accidentes cerebrovasculares y la falta de oxígeno en el cerebro. Pero otros efectos pueden ser más sutiles, como el deterioro persistente en la atención sostenida observado por investigadores chinos.

Además de los efectos inmediatos y directos en el cerebro, el COVID-19 también puede tener efectos a largo plazo en otros sistemas y órganos. Las personas con ocupaciones prolongadas y monótonas como los conductores de camiones, pueden presentar síntomas persistentes, como fatiga, dolores corporales, incapacidad para hacer ejercicio, dolor de cabeza y dificultad para dormir. Algunos de estos problemas pueden deberse a daños permanentes en los pulmones, el corazón, los riñones u otros órganos. El daño a estos órganos, o incluso solo los síntomas en sí mismos, puede afectar el pensamiento y la memoria y causar confusión mental. Por ejemplo, ¿cómo puedes pensar con claridad si te sientes fatigado y te duele el cuerpo? ¿Cómo puedes concentrarte si estuviste despierto la mitad de la noche y te despertaste con dolor de cabeza?

 

Pero el daño al cerebro es peligroso. Aunque pequeño, un estudio de 12 pacientes con encefalitis por COVID-19, uno de ellos se recuperó por completo, 10 se recuperaron parcialmente y uno murió. Este estudio también encontró que varios pacientes con COVID sufrieron accidentes cerebrovasculares. Los médicos canadienses señalaron que la infección por COVID, es un factor de riesgo de accidentes cerebrovasculares reportando que las personas mayores de 70 años tenían un riesgo particularmente alto de sufrir un accidente cerebrovascular relacionado con la infección por COVID y advertían que incluso las personas jóvenes, tenían siete veces más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular por este coronavirus en comparación con un virus típico de la gripe. En otro lado del mundo, los finlandeses al realizar autopsias de pacientes muertos con COVID, se toparon que otra causa importante de daño cerebral era la falta de oxígeno. Lo interesante en estos pacientes muertos es que, durante su vida previa a su muerte, varios de ellos no mostraron ningún signo de lesión cerebral durante el curso de su infección por COVID, sin embargo, todos tenían daño cerebral. Médicos americanos al realizar autopsias se toparon con células grandes llamadas megacariocitos en los capilares cerebrales de las personas que murieron a causa de la infección por COVID-19. Los megacariocitos producen plaquetas, parte del sistema de coagulación del cuerpo, y estas células no deberían estar allí. De hecho, estos médicos neurólogos nunca antes habían visto megacariocitos en el cerebro, y esta observación nunca antes se había informado en la literatura médica. Estas células podrían estar relacionadas con los accidentes cerebrovasculares observados en personas con COVID-19.

Y ¿qué ha sucedido con pacientes sobrevivientes recuperados de las UTI o unidades de tratamiento intensivo?

En algunos de ellos -un porcentaje que algunos reportan hasta un tercio de las personas- debido a insuficiencia respiratoria aguda o shock por cualquier causa que tuvieron, muestran un grado tan profundo de deterioro cognitivo que el rendimiento en las pruebas neuropsicológicas es comparable al de aquellos con lesión cerebral traumática moderada. En la vida diaria, tales efectos cognitivos sobre la memoria, la atención y la función ejecutiva, pueden generar dificultades incluso al mantener conversaciones con amigos y familiares. Los efectos psicológicos a largo plazo reportados en pacientes y comúnmente observados de las estancias en la UTI incluyen ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático (TEPT).

 

Hay otra pregunta que cabe responder, ¿y si la enfermedad de COVID no es tan grave, puede ocurrir daño cerebral? Aún falta estudiar esto a mayor profundidad. Un grupo de médicos e investigadores chinos, examinó varios aspectos de la función cognitiva en 29 personas que se creía que se habían recuperado por completo de la infección por COVID. Encontraron un deterioro persistente en la atención sostenida (la capacidad de prestar atención a la información importante durante el tiempo que sea relevante). Esto llamó profundamente la atención y se han elaborado teorías al respecto ¿Por qué la atención sostenida se vería afectada de manera persistente en personas que se pensaba que se habían recuperado por completo de COVID? El grupo chino piensa que podría estar relacionado con procesos inflamatorios subyacentes. Pero es igualmente probable que los pacientes con COVID sufrieran accidentes cerebrovasculares silenciosos o falta de oxígeno que dañaran sus cerebros. Los accidentes cerebrovasculares silenciosos, generalmente afectan la materia blanca del cerebro, el cableado entre las células cerebrales que permite que las diferentes partes del cerebro se comuniquen entre sí. Este cableado es esencial para la atención, y cuando está dañado, la atención sostenida se ve afectada. Por supuesto, las personas más susceptibles de este daño son las mayores de edad.

¿Qué podemos ir sacando en claro de todo esto?

Aunque muchas personas que se han recuperado de COVID reanudando su vida diaria sin dificultad, incluso si tienen algunos déficits de atención, hay algunas personas que pueden experimentar dificultades ahora o más adelante. Pero hay otros médicos americanos y europeos que son más agresivos en sus conclusiones e interpretaciones y creen que la combinación de los efectos directos del virus, la inflamación sistémica, los accidentes cerebrovasculares y el daño a los órganos corporales (como los pulmones y el hígado) podría incluso hacer que los sobrevivientes de COVID tengan un alto riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer en el futuro.

¿Qué podemos decir de la niebla mental tan mentada ahora?

Empecemos tratando de entender la niebla mental. La niebla mental no es un término médico o científico; las personas lo utilizan para describir cómo se sienten cuando su pensamiento es lento, confuso y no agudo. Todos experimentamos este sentimiento de vez en cuando. No es raro escuchar: no puedo pensar con claridad cuando estoy enfermo de gripe u otra enfermedad. Tal vez sufriste jet lag (trastorno temporal del sueño) y tu pensamiento fue lento. Pero en algunos pueden ser consecuencia de lo que toman, por ejemplo, un antihistamínico u otro medicamento que hizo que su pensamiento se volviera confuso durante unas horas. En cada caso, probablemente se espera pronto volver a la normalidad, ya sea que eso signifique recuperarse de su enfermedad, adaptarse a la nueva zona horaria o esperar a que los efectos secundarios del medicamento desaparezcan.

¿Y si su pensamiento no volviera a la normalidad?

Regresando al tipo de paciente de que hablábamos al principio del artículo, un luchador con «desafíos cognitivos» nos topamos con algunos de ellos, que desde que se recuperaron del virus, se les han realizado chequeos y una serie de pruebas: todas normales, pero sus desafíos cognitivos continúan. Como este tipo de pacientes, algunas personas que se han recuperado de los efectos agudos y potencialmente mortales del COVID-19, aún no sienten que su pensamiento y memoria hayan vuelto a la normalidad. Creo que acá el termino popular niebla mental se aplica. Y ¿cuál sería su sintomatología? Probablemente la más frecuente sería: confusión mental; dificultad para concentrarse; déficit de memoria; fatiga cognitiva.

Y entonces qué se debe hacer

Mantener un contacto con el médico y vigilancia de los síntomas y su comportamiento. Los consejos, aunque generales, vale la pena probarlos y unificarlos para ayudar a despejar la niebla mental: Realizar actividades que sabemos ayudan al pensamiento y la memoria. Realizar ejercicios aeróbicos. Una dieta saludable. Escuchar música. Practicar la atención plena. Mantener una actitud mental positiva.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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