Perspectivas biológicas de comportamiento violento

Hay un hecho que no se puede negar, el hecho de que incluso si dos individuos pudieran estar expuestos a secuencias psicosociales idénticas de experiencias a medida que se desarrollan, su potencial para el comportamiento violento adulto sería diferente porque sus sistemas nerviosos procesan información, recuerdan experiencias y reaccionan a los eventos de manera diferente. Si bien la herencia y el ambiente prenatal ayudan a moldear el sistema nervioso de un individuo en el momento del nacimiento, ese sistema se remodela constantemente por las experiencias, las lesiones, las influencias externas temporales como el estrés o los químicos psicoactivos, la actividad hormonal e incluso el comportamiento violento en sí. Lo biológico no trabaja solo.

Todo parece indicar que el desarrollo psicosocial de los potenciales individuales para el comportamiento agresivo y violento está potencialmente influenciado por la genética, por las características neurobiológicas y por el consumo de alcohol y otras drogas psicoactivas. Veamos estos aspectos por separado.

Influencias genéticas

Fuerte evidencia de estudios realizados, apuntan a influencias genéticas en el trastorno de personalidad antisocial en adultos, una categoría diagnóstica que incluye comportamiento agresivo persistente. Sin embargo, la evidencia de una influencia genética específica del comportamiento violento es mixta y ninguna de las relaciones se ha estudiado en muestras de todo el mundo y culturas. Si ha estimado que, si se descubren predisposiciones genéticas de importancia a la violencia, es probable que involucren muchos genes y una interacción ambiental sustancial en lugar de un simple marcador genético.

Fuerte evidencia de estudios realizados, apuntan a influencias genéticas en el trastorno de personalidad antisocial en adultos. Foto La Hora: Presdiencia.

Hay que tener claro este tema: por sí mismas, las influencias genéticas no pueden explicar ni las fluctuaciones temporales a corto plazo de las tasas de violencia ni la variación de las tasas entre países. Sin embargo, los procesos genéticos pueden explicar las desviaciones a nivel individual o familiar de los patrones agregados dentro de una sociedad. Pero no puede aceptarse como el factor predisponente único y más importante.

Se ha dicho que existen diferencias fisiológicas que tiene que ver con la genética entre hombres y mujeres; pero en los estudios usualmente se olvida el papel que tiene la cultura en el tratamiento del cuerpo y la conducta en el género y el papel de la cultura entonces se torna fundamental al interpretar el papel de la genética en la violencia y el otro aspecto de importancia es el neurobiológico.

Procesos neurobiológicos

Los procesos neurobiológicos son las complejas actividades eléctricas (neurofisiológicas) y químicas (neuroquímicas y neuroendocrinas) en regiones específicas del cerebro que subyacen a todos los comportamientos humanos observables externamente. Por al menos cinco razones apoyan a que la investigación neurobiológica sobre el comportamiento violento se expanda e integre con la investigación sobre las causas psicosociales y macrosociales de la violencia.

En primer lugar, el gran deseo siempre de la medicina que exista un marcador biológico que indique este puede ser un agresor y mejor si me señala de que tipo. Bastante ilusorio, pero es posible que eventualmente se descubran «marcadores» neurobiológicos específicos para un potencial de violencia elevado, muy probablemente en las respuestas neurológicas a los estímulos externos.

En segundo lugar, las anomalías neurobiológicas prevenibles, debido a la atención prenatal inadecuada, las enfermedades, las lesiones en la cabeza en la niñez y la exposición a neurotoxinas como el plomo, puede aumentar el riesgo de fracaso escolar y de malas relaciones con los compañeros y otras relaciones interpersonales que están vinculadas empíricamente al comportamiento agresivo posterior. Anomalías biológicas consecuencias de enfermedades y traumatismos predisponentes la desnutrición ¿podría ser una de ellas?
En tercer lugar, el conocimiento de la actividad neurológica que subyace a la conducta violenta, podría ayudar a desarrollar intervenciones farmacológicas que prevengan la conducta violenta de algunas personas, sin efectos secundarios indeseables.

En cuarto lugar, el uso de drogas psicoactivas, especialmente el alcohol, puede alterar el funcionamiento neurobiológico de algunas personas de manera que aumente la probabilidad de comportamiento violento.

En quinto lugar, las mejoras recientes en la tecnología para medir las respuestas neurobiológicas ofrecen la posibilidad de agregar información más precisa con menos riesgos y cargas para los sujetos de investigación.

Hasta la fecha, ningún patrón neurobiológico conocido es lo suficientemente preciso y específico como para ser considerado un marcador fiable de conducta violenta, ya sea sexual o no. Sin embargo, los hallazgos de estudios en animales y humanos apuntan a varias características del sistema nervioso como sitios prometedores para descubrir dichos marcadores y diseñar terapias preventivas.

 

Aunque aún falta mucho por relacionar la importancia de ciertas estructuras y funciones del cuerpo con la violencia hay cosas que ya orientan a mejorar el entendimiento entre lo biológico y el comportamiento violento y con el estado de salud.

Asi encontramos que disfunciones cerebrales, una línea completa de síntomas patológicos, pueden reunir trastornos diversos como: incapacidad para concentrarse, trastornos que interfieren con el lenguaje, el procesamiento o la cognición, que son especialmente comunes en niños con trastornos de conducta, fracasos escolares tempranos, delincuentes, criminales y psicópatas diagnosticados, convirtiendo esos estados como potenciales riesgos elevados de cometer actos violentos. Algunas causas de estas disfunciones son prevenibles: exposición al plomo; heridas en la cabeza; y el consumo de alcohol, cocaína, opiáceos o tabaco, trastornos metabólicos como hipoglicemia, por parte de las futuras madres durante el embarazo.

Aunque normalmente no se consideran programas de prevención de la violencia, los esfuerzos para reducir estos riesgos podrían tener importantes beneficios a largo plazo en la reducción de futuros comportamientos violentos.

Foto La Hora: Cortesía.

El consumo de alcohol, otras drogas psicoactivas puede ser factores potenciales de riesgo de violencia también. El consumo excesivo de alcohol a largo plazo es un factor predisponente para el comportamiento violento, al menos para los adultos que mostraron un comportamiento agresivo crónico y abuso de alcohol en la infancia o en la adolescencia temprana. Los adultos bebedores con problemas en su ingesta, son más propensos a tener antecedentes de comportamiento violento, pero los alcohólicos no son más frecuentes entre los delincuentes violentos que entre los demás delincuentes.

Otras drogas psicoactivas tienen diferentes vínculos predisponentes al comportamiento violento según la cantidad y el patrón de uso. Sin embargo, la abstinencia de la adicción a los opiáceos, puede conducir a un aumento de las reacciones agresivas y defensivas. El uso crónico de opiáceos, anfetaminas, marihuana y PCP aumenta el riesgo de victimización violenta al alterar el sistema nervioso de manera que ocasionalmente interrumpe las comunicaciones sociales, pero no ha sido ligado farmacológicamente a cualquier potencial incrementado de comportamiento violento. El uso frecuente a largo plazo de anfetaminas, LSD y PCP ha cambiado el funcionamiento neuroquímico de algunas personas de manera que indujo arrebatos violentos. Es muy importante dilucidar el efecto de las drogas y su uso en sujetos con psicopatología preexistente y los que no la tienen.

Si bien los efectos farmacológicos del consumo de alcohol y otras drogas en el comportamiento violento se han establecido bastante bien, su papel en la violencia también depende del contexto situacional y social en el que se usan comúnmente.

Si bien estas relaciones se entienden con menos precisión, la investigación etnográfica sobre el consumo de alcohol sugiere que su papel en la violencia depende de las expectativas de los bebedores y de las normas culturales; incluso el consumo excesivo de alcohol se observa comúnmente en algunas culturas no europeas sin consecuencias violentas. En el caso de las drogas psicoactivas ilegales, el propio mercado ilegal genera mucha más violencia que efectos farmacológicos. Las investigaciones también apuntan a la violencia ocasional en el curso de la obtención de dinero para comprar drogas, y se produce una cantidad desconocida de violencia, especialmente en las familias, en disputas sobre gastos, el tiempo que se pasa fuera del hogar y otras consecuencias indirectas del consumo de drogas y alcohol.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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