De qué hablamos

Debemos tener claro que cualquier substancia bebible con alcohol es una sustancia psicoactiva que pertenece a la categoría de depresores del sistema nervioso central. Conforme su consumo aumenta en una sesión, ralentiza la actividad general del cerebro, ralentiza el funcionamiento del cuerpo y disminuye el nivel de excitación.

 

El alcohol actúa en diferentes partes del cuerpo. En dosis bajas (≤25 mg/100 ml), el alcohol proporciona una sensación de calidez, bienestar y relajación que se puede experimentar como positiva. En dosis más altas (25-50 mg/100 ml), el alcohol puede provocar un estado de euforia, pero también torpeza, deterioro del juicio y disminución de la atención. A partir de 100 mg/100 ml, el alcohol provoca un estado de embriaguez que puede provocar desorientación, trastornos digestivos y disfunciones cerebrales. Por encima de 250 mg/100 ml, el alcohol provoca un estado avanzado de intoxicación o estupor que puede conducir a dificultad respiratoria, coma y muerte.

 

Varios factores influyen en los efectos del consumo de alcohol: 1º La sustancia consumida: cantidad consumida, velocidad y frecuencia de consumo, combinación con otras sustancias; 2º Las características de la persona: edad, sexo, altura y peso, condición física, estado de ánimo; 3º El contexto: lugar, ambiente, en relación con los demás, beber solo.

No hay manera de hacer que los efectos del alcohol pasen más rápido. Hay que esperar a que el cuerpo lo elimine por sí solo. El tiempo que tarda el alcohol en ser eliminado del organismo depende de las características de la persona. Después de consumir un volumen igual de alcohol, las mujeres alcanzan un nivel de alcohol en sangre más alto que los hombres. Esta realidad se explica por las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres.

Un panorama mundial nada halagador

A nivel mundial, según estimaciones de la OMS de hace cinco años, el consumo de alcohol resultó en aproximadamente 3 millones de muertes (5.3% de la mortalidad global, más del 20% de mortalidad de jóvenes) y la pérdida de 132.6 millones de años de vida saludable por discapacidad o muerte (años de vida ajustados por discapacidad o DALYs), convirtiéndolo en un importante problema de salud pública.

De todas las muertes atribuibles al consumo de alcohol en el mundo, 29% se debieron a lesiones, 21% a enfermedades digestivas, 19% a enfermedades cardiovasculares, 13% a enfermedades infecciosas y 12% a cáncer. No existen estudios aun del daño en salud mental.

 

El consumo de alcohol es el séptimo factor de riesgo más importante de mortalidad y discapacidad a nivel mundial. Ocupa el primer lugar entre las personas de 15 a 49 años, y representa alrededor del 10% de la mortalidad mundial para este grupo de edad.

Pero dejemos el impacto individual, veamos el impacto social. Más allá del individuo que consume alcohol y que desarrolla problemas de salud, el consumo de alcohol puede tener consecuencias en el medio ambiente próximo (amigos, hijos, cónyuge, ambiente de trabajo) y distal (comunidad) a los consumidores. Estas consecuencias pueden estar relacionadas con la salud (p. ej., lesiones, ansiedad, depresión), pueden ser sociales (p. ej., agresión, molestias a la comunidad) o pueden ser económicas (p. ej., daños a la propiedad, deudas familiares relacionadas con el consumo de alcohol). La consideración de las consecuencias del consumo de alcohol en quienes rodean al consumidor proporciona una visión más completa del problema.

 

El costo social generalmente no se considera importante por la falta de estudios, pero existe evidencia de otros países que señalan con claridad que alrededor del 41% de estos costos se deben a la pérdida de productividad, el 29% a la atención médica, el 23% a la justicia penal y el 7% a otros costos directos. Eso no resulta despreciable y dentro del aspecto político y social hay algo que no se estudia y es qué relación existe entre el costo para la sociedad y los ingresos netos que producen venta y costo; creo que no seríamos la excepción: se gasta más en reparaciones sociales que en beneficios económicos de ingresos netos para el Estado.

Finalmente, a nivel de salud se añade un problema:  El alcohol es, con mucho, la sustancia psicoactiva más consumida. Efectivamente, hay un aumento en el consumo de alcohol por las personas con la edad y disminuye la edad a que esto se empieza. Conocimiento sobre las características biológicas, sociales y el estilo de vida de personas con problemas de alcohol es importante para el tratamiento y la prevención. La proporción de guatemaltecos de 12 años o más que beben alcohol está aumentando con tendencia a igualarse entre hombres y mujeres y en muchos países es mayor entre las personas con más educación que en las personas con menos entre los grupos socioeconómicos altos.

Por qué bebo

Las razones y fundamentos que llevan a ello pueden ser múltiples y diferentes en hombres y mujeres. En general, la literatura sobre el tema, muestra que la exposición al estrés, entendiendo por estrés en este caso como una experiencia que denota adversidad, es un componente importante en las diferencias individuales en el riesgo de consumo de alcohol y trastornos por uso de alcohol. Bajo ese razonamiento, cabe esperar que estímulos externos que son amenazantes o dañinos, que provocan miedo, ansiedad, ira, entusiasmo y/o tristeza, y que tienen un impacto y un resultado negativos, constituyen factores de riesgo y a esas situaciones se encuentran expuestos tanto hombres como mujeres.

En una sociedad como la muestra, llena de inequidades e injusticias, es muy posible que niveles leves a moderados de estrés, puedan presentar desafíos que no están dentro de las capacidades de un hombre o mujer jóvenes, para superar, produciendo una sensación de falta de dominio y logro que eventualmente no resulta en un resultado positivo pero que bajo el efecto de alcohol sí se puede lograr al menos por momentos. Es entonces de esperarse, que en sociedades como la nuestra, en todos sus grupos sociales, experiencias adversas superan las capacidades de afrontamiento del individuo y eso aumenta el riesgo de psicopatologías.

 

Cuánto consumir

Las exposiciones y capacidades de respuesta al estrés pueden variar, en primer lugar, de acuerdo a la severidad de los estímulos que podemos entenderlos desde leves hasta severos. En segundo lugar por el curso y desarrollo que nos plantea la vida, desde la niñez hasta la vida adulta. En tercer lugar, por su duración, por la cronicidad del consumo. En cuarto lugar a lo esperado o a lo inesperado del motivo estresante. En quinto lugar, por lo que representa la amenaza emocional o física o ambas. Y en sexto lugar, a la dificultad de discernir si el factor estresante fue causa o consecuencia del resultado de salud mental bajo consideración.

Ese conjunto de dimensiones sobre las cuales se pueden conceptualizar las exposiciones estresantes no actúan separadas, se sobreponen y generan una interpretación y una conducta del individuo que puede manifestarse dentro de la familia, el trabajo o la escuela, en personas sanas o enfermas, con necesidades básicas satisfechas, hasta severas, por ejemplo, la adversidad extrema que amenaza la vida, la integridad física, la salud y el hogar de uno mismo y sus seres queridos, satisfacción con el trabajo, edad del individuo.

En nuestro medio, donde lo común es la carencia de información adecuada, la investigación sobre el estrés y el alcohol no permite determinar ni estimar su consumo, sus causas y consecuencias, pero es muy probable que siga pautas similares a la de países donde sí se ha realizado. En ese contexto es posible que ya en la juventud guatemalteca, el consumo de alcohol, al igual que los trastornos por su consumo definidos como patrones de inadaptación del consumo de alcohol asociados con un control deficiente que afecta los principales dominios de la vida, como la salud, el funcionamiento interpersonal, sociolaboral y educativo se estén dando en buena parte de la juventud y que dicho fenómeno vaya en aumento.

Un segundo elemento a considerar sobre el alcoholismo es la diferenciación del problema en las clases sociales. El individuo debe tener acceso al alcohol y, en la mayoría de los casos, tener los medios para comprar alcohol para que su consumo sea una opción como respuesta al estrés. En tal sentido la diferencia de actitudes y prácticas puede ser diferente. Pero también el móvil de consumo y uso debe enfocarse y relacionarse a condiciones de experiencias estresantes que se pueden agrupar:

1º eventos fatídicos/catastróficos,
2º maltrato domiciliar,
3º eventos estresantes comunes de la vida juvenil y adulta en los aspectos interpersonal, ocupacional, financiero, y dominios legales, y
4º estrés minoritario.
Continuará

 

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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