Llegada de Covid-19 hace dos años. Foto La Hora.

Alfonso Mata

El comportamiento de un virus no puede entenderse del todo sin entender el comportamiento inmunológico. Del virus hablamos en el artículo anterior, de lo inmune y la vacunación lo haremos acá.

La respuesta inmune humana a los virus, se da en tres aspectos: Primero, evita que penetre a nuestras mucosas y sus células. Segundo tiene que ver con la célula ya infectada de partículas virales, que se han trasformado en las fábricas de virus en el organismo y que tiene que destruirse para detener que se sigan produciendo y amplificando su producción y por otro con las partículas del virus en circulación que igualmente tienen destruirse para no permitir que contagien a otras personas y otros órganos.

La llamada inmunidad innata que tenemos, lo que hace es o bien neutralizar la entrada del virus a una célula de nuestro cuerpo o bien acercar a la célula con partículas virales ya, a otra célula propia de nuestro organismo llamada   macrófago, que ingiere las partículas que han quedado de la célula y los nuevos virus para terminar con ello. Cuando este mecanismo se torna insuficiente y ya no puede más por la capacidad invasora de virus, emite una señal para que se ponga en marcha la segunda línea de defensa que mata prácticamente a las células infectadas, pero a la vez dota de productos químicos a las vecinas, para que se protejan del invasor. Pero estas células no podrían actuar sin la ayuda de unas substancias que se llaman anticuerpos, que son producidos por otras células llamadas linfocitos B, y que tienen la misión de producirlos y arrojarlos al lugar de la invasión, para que neutralicen, es decir, inmovilicen la capacidad del virus para penetrar en las células y no pueda abrir la cerradura para hacerlo. Los anticuerpos IgM son  los primeros, en llegar, son los más primitivos y cuando los encontramos en la sangre de una persona o en las mucosas, nos indica si ha habido infección de manera vaga y que está empezando; los anticuerpos llamados IgG indican una respuesta más intensa y son los que protegen contra la infección. Lo ideal es que las mucosas que atacan los virus con suficiente capacidad y velocidad, impidan que los virus abran y penetren a las células, en el caso del SARCoV2 el virus de la COVID-19, estos anticuerpos impiden que los virus que viajan en el aire que respiramos, invadan la mucosa bucofaríngea y sean eliminados.

¿Qué hace la vacuna y la inmunidad natural ante una persona que nunca ha tenido contacto con un virus? Lo podríamos llamar con mucha propiedad, educar al sistema inmune, para que este produzca anticuerpos y algunos químicos; para producir células de combate y de memoria y de manera fundamental, preparar a las células inmunológicas que conviven con las células normales de los tejidos en varios lugares, para que identifiquen rápidamente un posible ingreso y ataquen con propiedad. Todo eso lo pueden hacer de manera total o parcial las vacunas. En el caso de las vacunas actuales contra el COVOID-19 las vacunas tienen protección parcial.

Pero hay que tener en cuenta también que para un sistema inmune eficiente tener solo algunas y pocas armas; por ejemplo anticuerpos. Hay que coordinar acciones y uso de armas y saber dónde colocarlos y en lograr todo ello, la situación de salud juega un papel importantísimo. Alguien que está enfermo de algo o tiene otra infección, puede tener alterado el funcionamiento del sistema inmune y alterar su respuesta. El grupo de la tercera edad suele tener alguna alteración en su sistema de salud por eso responde mal a las infecciones por lo general o con más dificultad. Como suelen decir los médicos, de cualquier viejo al compararlo con la población adulta joven, el viejo tiene más memoria más recuerdos, pero es menos reactivo a los estímulos, igual funciona el sistema inmune; con la edad y con la enfermedad, la coordinación de funcionamiento del sistema, se va desplomando y entonces, se vuelven más vulnerables.

Pero el organismo no solo es un sistema, no solo es inmunología en la lucha contra la enfermedad, el resto de sistema también aportan algo y todo lo que un sistema hace bueno o malo, los otros lo perciben y puede ayudar a solucionar el daño o bien o no, cuando un sistema inmune no funciona con eficiencia y coordinadamente. Por ejemplo, el sistema inflamatorio se afecta negativamente, si el inmune no responde bien y entonces podemos decir, nos llueve sobre mojado; la cosa se complica aun más, pues es un diálogo totalmente descoordinado.

En estos momentos tenemos acceso a tres tipos diferentes de vacunas: aquellas que solo tienen el material genético como ARN o AND, son las más rápidas de reaccionar, pero no las más eficientes. En la inyección que se pone, lo que se hace es entrar una partícula de ARN del virus que entra a las células musculares del organismo en el lugar que se inyectó y ese pedazo de ARN va a la fábrica de proteínas de las células en donde penetró y se pone a hacer la proteína s del virus, que es la que permite entrar al virus verdadero, Esas células al producir ese tipo de proteína extraño, atraen al sistema inmunitario que reacciona a eso que es extraño y entonces este llega a ese sitio y se entrena a reconocer esa proteína S al atacar las células y a partir de entonces cualquier substancia que tenga ese substancia, como lo sería el SARCoV-2 será reconocida y podrán actuar en la célula donde penetre esa proteína. La vacuna de Pfizer y Moderna trabajan así.

En la actualidad esas vacunas sintéticas que se están empleando. Las vacunas de ácidos nucléicos (ADN y ARN) tienen, entre otras ventajas, la facilidad de producción ya que al ser sintéticas no dependen del cultivo del patógeno que sirve de vial como en el caso de las vacunas atenuadas o inactivadas o de la fabricación a gran escala de proteínas recombinantes. Hay que tener claro que estas vacunas de vectores víricos, no producen interferencias con la inmunidad preexistente que pudiera disminuir la inmunogenicidad de la vacuna.

Las otras vacunas que introducen a las células material viral genéticos del SARSCoV2 como las anteriores lo hacen usando el esqueleto de un adenovirus catarral de chimpancé  (Astra-Zeneca) o humano (Spnunik V) el virus entra, suelta esa proteína y el sistema ataca al adenovirus que ya conoce e identifica esa proteína S que va dentro de su código genético y podrá activar reconocimiento del sistema inmune para cuando quiera ingresar alguien con esa partícula.

Todos los tipos de vacunas de las que henos hablado que se están empleando, es claro que lo que evitan es menos riesgo de infección grave no la infección y la trasmisión. Los vacunados corren el mismo riesgo de tener COVID-19 que en 2020, pero esa infección será menos grave y podrá vitar la muerte en una mayoría grande de nuevos infectados vacunados.

Pero el evitar infección grave y mortalidad, no lo produce la vacunación en un 100%. Existe un porcentaje de población ya vacunada, se ha estimado en un 5 a 10% que puede presentar infección grave y eso dependerá en parte de edad, sexo, condición de salud, hábitos, que aumentan ese riesgo. Esas personas a riesgo, deberían ser informadas que el lugar en donde corren más riesgo de contaminarse es en interiores en que existe alta movilidad de personas.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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