Alfonso Mata
Se entiende que la ciencia sirve para explicar hechos y situaciones del acontecer del universo y con ello ayuda a la toma de decisiones correctas al hombre y la humanidad, en pro de mejorar sus condiciones y bienestar. Pero esto último necesita de fusionar adecuadamente el ejercicio político y social con el científico, cosa que se hace mucho en la actualidad, poniendo muchas veces en ello por delante, la ambición y el poder. Ejemplo palpable de ello lo tenemos con el manejo de la pandemia en que intereses personales y políticos se antepusieron al control de la misma y sus daños.
La naturaleza humana es débil y mete a cualquiera en problemas, incluso a los científicos y sus instituciones y por eso, no deja de decirse que hasta que los robots no estén listos para tomar las riendas de la empresa científica y política no podrá controlarse injusticias e inequidades (personalmente, tengo mis dudas de que el hombre esté dispuesto a permitirle estas tareas a los robots), pero mientras tanto, todas las sociedades humanas nos enfrentamos al problema de cómo mantener científicos honestos. Por supuesto que la primera estrategia que se nos ocurre para lograrlo, se relaciona con la reducción de la posible recompensa por la deshonestidad en comparación con la honestidad (sabemos que hacer ciencia honesta, generalmente requiere más trabajo que simplemente inventar cosas). Algunos tienen ideas más tajantes para atacar esa lujuria impía y es recortar los fondos para la investigación científica. Otros evitar divulgación científica por los correos y redes electrónicas mal intencionados y venenosos.
En medio de ese caos ciencia-política, lo primero que cabe preguntarse es cuánto la ciencia contemporánea está tan corrompida por el ansia de botín y gloria, como para que demande de una reforma radical para salvarla. Para empezar, no podemos negar que el que paga espera frutos. La ciencia es financiada por entidades privadas y públicas, que lo hacen para sacarle utilidad a lo que se descubre; evidentemente no deberían ser financieras y si de altruismo y utilidad, y su control demanda, según el filósofo Paul Feyerabend, de una separación entre ciencia y Estado y ciencia y negocio o al menos una reducción radical del patrocinio privado financiero desmedido. Pero también demanda de investigar de en cuánto, los millones que danzan alrededor del quehacer científico, son un verdadero incentivo para la mala conducta.
Si expurgamos la historia de la ciencia, nos encontramos cientos de hechos en que se combinan descubrimientos y explicaciones dudosas o no completamente verídicas, con innumerables honores, premios y untadas de manos a individuos e instituciones. Uno se pregunta entonces si el fraude científico no es más común de lo que parece y esto se torna sumamente preocupante, cuando se trata de investigaciones médicas y clínicas, que tienen potenciales beneficios directos para la vida y la salud o riesgos y cuando volteamos la mirada a la investigación genética (como el caso de la vacuna de ARNm) el asunto se vuelve aún más dudoso, porque no solo entra en juego la avaricia y la fama, sino que la investigación en sí misma tiene fallas éticas inherentes y, por lo tanto, invita al disimulo y el ocultamiento, con posible riesgo a la vida humana. No podemos entonces negar que la financiación pública y privada sea susceptible de corromper a los científicos, pero recortar dicha financiación no hará que los científicos sean más honestos.
Debemos también estar claros que no solo el dinero lleva a caer en la corrupción científica: la presión por lograr algo es enorme y no solo en ello actúa lo personal sino también lo institucional. Como cualquier inversor en un proyecto costoso, el inversor en ciencia quiere un retorno de su inversión (mi ego también). Eso equivoca a veces la visión y misión de la ciencia y lleva a muchos a ir tras un retorno que eleva reputación o que atrae fondos y no a la búsqueda de la verdad y entonces el atractivo por la aclamación se torna bastante embriagador como para resistirse en un mundo competitivo y en esas circunstancias. Este tipo de intereses, en algunos es una tentación difícil de resistir; cosa que se da también entre los médicos y su asociación con las casas farmacéuticas.
Por lo tanto, dado que los científicos de voluntad débil podrían estar presentando fraudes en lugar de resultados científicos legítimos, una necesidad política y social se ha vuelto desenmascarar esos fraudes, antes de que afecten y eso requiere también de fuerte inversión y lucha política.
Por consiguiente, no resulta inverosímil que el mundo político y financiero compre al científico. Sin embargo, no hay razón para que los gobiernos no puedan financiar la investigación científica. Hay muchos científicos guatemaltecos que han hecho contribuciones asombrosas. Me atrevería a decir que relativamente pocas personas dedicadas a la ciencia en nuestro medio, han fallado. No obstante, en otras latitudes, esa creencia se debilita cuando se ha demostrado que existe la competencia por los recursos escasos (empleos, fondos de investigación, prioridad a los descubrimientos, algún que otro premio aquí y allá) dentro de la comunidad científica. Podría pensar que esta dinámica competitiva en sí misma, sumada al incentivo adicional de la celebridad, es suficiente para hacer que los científicos piensen en hacer trampa y que los científicos están faltando a compromisos éticos para ganar la competencia por los fondos limitados.
¿Cuánta investigación científica en Guatemala Se financia con fondos públicos? ¿Cuánto menos investigación abría, si esos fondos públicos fueran eliminados? Creo que si en el mundo se eliminara el dinero público de la investigación científica, los científicos se volverían más dependientes de la financiación privada para la investigación y más comprometidos con intereses no científicos. Hay gente alrededor que seguramente podría permitirse el lujo de apoyar tal investigación, pero esa investigación dependería en gran medida de los caprichos de sus ricos patrocinadores. ¿Qué tipo de proyectos estaría interesado en financiar la industria del alcohol, tabacalera, alimenticia? El Estado debe asignar presupuestos, siempre y cuando el equipo deba volcar a dominio público sus hallazgos y beneficios. Sin embargo, es posible que el trabajo del investigador tenga que centrarse en ramificaciones potencialmente comercializables y ser patrocinada por una mezcla pública-privada de fondos, en cuyo caso el porcentaje de regalías al Estado debería ser muy alto y debe prevalecer la búsqueda de la verdad sobre la capturen de otros intereses y su reembolso.
En nuestro medio, mientras la financiación de la investigación no sea vista como una necesidad prioritaria política, pública e individual, necesaria para transformar la calidad de vida y todos sus aspectos problemáticos, la ciencia estará totalmente financiada por intereses privados, ¿por qué esos intereses privados no pueden devolver los frutos de la investigación al público de forma gratuita? ¿No podríamos esperar un margen de beneficio? ¿Y no podrían no estar disponibles algunos de los resultados que el público estaría dispuesto a comprar? En la medida en que los miembros de la población en general, incluso aquellos que no tienen mucho dinero para gastar, tienen necesidades reales de los frutos de la investigación científica, la financiación de dicha investigación en forma mixta podría tener un gran impacto. Hacer que la tarea de realizar investigación científica dependa más de las fuerzas del mercado, vuelve más probable sacar a la luz las peores características de la naturaleza humana. Por el contrario, fortalecer la responsabilidad dentro de la comunidad científica, la responsabilidad de los científicos ante el público y la responsabilidad del público ante los científicos, podría mejorar las cosas.