La medicina tradicional o medicina complementaria y alternativa (MCA) tiende a enfocarse, prevenir o curar enfermedades. Foto la hora: Cortesía.

Alfonso Mata

La medicina tradicional o medicina complementaria y alternativa (MCA) tiende a enfocarse o prevenir o curar enfermedades. Es difícil encontrar salidas a eso. Vitamina C, limón diario, evita el COVID-19 y si tiene molestias nada mejor que la flor de izote para aliviar los pulmones. De esas y otras cosas parecidas, hemos oído durante la pandemia. Cuando la enfermedad no se puede prevenir y curar, el enfoque cambia a detener o ralentizar la progresión. Cuando eso no se puede hacer, el enfoque cambia a minimizar el impacto de la enfermedad. Los pacientes, por supuesto, quieren curarse. A veces eso no es posible, por lo que lo mejor que puede hacer el médico, es ayudar al paciente a aceptar el cambio de enfoque.

Muchas yerbas y raíces, metales, procedimientos de manipulación como acupuntura, tienen probablemente mucho que ofrecer: bajan la fiebre, detienen la diarrea, alivian dolores, regulan funciones. La otra área de beneficio potencial, la magia, la adivinación, es un poco más oscura, más difícil de entender.

Por lo general, los pacientes llegan a la clínica con una concepción de lo que está mal. Para ellos, su concepción de la enfermedad es lo que define el problema y por lo general, su concepto de la enfermedad es bastante diferente al del médico: no solo es corporal sino espiritual propio y ajeno. En esas condiciones y para tener la mejor oportunidad de ayudar, el médico debe hacer recomendaciones que sean consistentes con el concepto de enfermedad del paciente. Una mayor educación universitaria sobre MCA, puede, al menos potencialmente, ayudar a ampliar la capacidad del médico para comprender el concepto de enfermedad y terapéutica del paciente. Esto podría facilitar la comunicación y el desarrollo de una alianza terapéutica.

En la actualidad, muchos médicos están conscientes de que la idea de una alianza terapéutica está bastante restringida a la psiquiatría y disciplinas afines. Pero la idea es antigua: todos los médicos conocen el proceso ante una enfermedad, primero la familia y la comunidad; comportamiento universal, que probablemente deba conocerse a fondo como una habilidad clínica importante que se debe tener. De hecho, a lo largo de toda la historia de la medicina, varios conceptos han ido y venido sobre ello. Probablemente el único concepto que ha perdurado a lo largo de esa historia, es el de la centralidad de la relación médico-paciente entorno a una enfermedad y su manejo.

Decía con anterioridad que parte de la habilidad del médico en la atención al paciente, es la capacidad de comprender la enfermedad desde la perspectiva del paciente. Cada vez más llegan a los consultorios pacientes que han conceptualizado su enfermedad en términos tomados de una variedad de fuentes. A veces, estos son conceptos de su familia, a veces son de anuncios de compañías farmacéuticas o revistas o medios o redes sociales. A veces son idiosincrásicos. Pero sea cual sea el origen, el médico tiene que escuchar y comprender.

Informes recientes indican que 42% de la población de países desarrollados, usa alguna forma de MCA. La mayoría de las personas ocultan esta información a sus médicos, porque temen la falta de comprensión, la desaprobación o ambas cosas de su parte. Debido a esto, los profesionales de la salud reconocen cada vez más la necesidad de una mayor conciencia y comprensión de las modalidades de tratamiento alternativo utilizadas por sus pacientes.

Entonces, nos guste o no la forma de hacerse, la capacidad de establecer una relación de trabajo entre el médico y el paciente, siempre será una parte fundamental de dos prácticas médicas que pueden ser favorables o desfavorables y la relación siempre será única e irrepetible. Para el profesional que trabaja basado en la evidencia, esto presenta un dilema. La fuerza de la medicina basada en la evidencia proviene de la replicabilidad de las observaciones y el estudio de las poblaciones. La MCA aún no llega a eso. Sin embargo, cada caso de una relación médico-paciente no solo es único, sino evanescente. La relación que existe hoy ante esta enfermedad, será diferente mañana ante otra. Si bien es posible estudiar algunos aspectos de la concepción médico-terapéutica del paciente mediante experimentos controlados, siempre habrá aspectos no controlables y, por tanto, no susceptible al método científico. Entonces la medicina, es algo que no se basa completamente en la evidencia. Y eso no debe ser un problema. El problema no es insoluble. Al contrario, es un problema que se puede abordar. Se puede abordar, pero no sistematizar por completo. Una forma de abordarlo es familiarizarse con una amplia variedad de modelos mentales de enfermedad del medio en que se trabaja. No tiene mucho sentido obsesionarse con la cuestión de qué modelos son correctos, ya que todos tienen su parte de fallos. Lo importante es tener en cuenta que los modelos que se validan empíricamente, son los que tienen más probabilidades de ser útiles en el proceso de planificación del tratamiento.

Cuando el médico y el paciente tienen modelos muy divergentes para comprender la enfermedad, a veces es útil reconocerlo abiertamente. A veces, eso abre la puerta para que el paciente considere tratamientos que puedan parecer contrarios a su propia conceptualización de la enfermedad, cuando se le pone sobre el tapete y se discuten los puntos de vista contradictorios sobre el tratamiento. Es importante que los médicos puedan evaluar críticamente la evidencia que respalda cada modalidad de tratamiento, independientemente de donde se originó. Eso produce la posibilidad de dar a ciertas modalidades de tratamiento más credibilidad de la que merecen. Usar la experiencia para ejercitar habilidades de pensamiento crítico.

Una de las principales razones por las que la gente se siente atraída por el tratamiento tradicional, tiene poco que ver con el razonamiento esotérico sobre su «concepto» de enfermedad, y mucho más sobre el miedo a la muerte y la discapacidad aprendida y agarrada de su medio cultural. Incluso si esto fuera cierto, ¿cómo se puede tratar eficazmente a un paciente cuyo «concepto» de enfermedad es, francamente desconcertante? Las verdades clínicas siempre parecerán frías y despiadadas, sin importar cuán buenos sean. Algo más: si las personas pueden recurrir a sustitutos para sentirse bien (no probados por el médico) para evitar escuchar detalles de la dura realidad, callarán si saben que es para reproche. Ante eso, usar la práctica médica basada en la evidencia, proporcionar información sobre los riesgos, las complicaciones y la mortalidad, muchas de las cuales son desalentadoras y aterradoras, ayudarán al paciente. Apalear y luchar contra los dioses de la CAM es inútil pues para mucha gente, es un sustituto de la oración y probablemente sea igualmente útil. Además, es importante recordar que mucho de lo que contiene el plan de estudios biomédico tradicional es incompleto. Simplemente no sabemos todavía qué parte falta.

Otro aspecto a tener en cuenta es que los pacientes difieren, a veces de forma sistemática, según la comunidad y eso es importante tomarlo en cuenta, cuando se tiene de parte del médico el tiempo contado para el trabajo con su paciente. Médicos que trabajan contra el reloj, a veces están claramente limitados y eso no les brinda la oportunidad de modelar el pensamiento racional diagnóstico ni terapéutico. Por supuesto, si el médico dispones de 30 minutos por persona, la calidad con su paciente será mucho mejor.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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