Alfonso Mata
Señores de La Hora:

Los estudiantes epesistas y el personal de Salud asignado a las áreas rurales y urbanas marginales y hospitales del interior de la república, la estamos pasando pésimo, con tinte a muerte las 24 horas, ebrios de decir No hay, no se puede y fingiendo una práctica condenada a la pasividad y no a solucionar, gracias a un gobierno totalmente desenfocado en eliminar la incertidumbre y el riesgo de enfermedades.

Para nosotros los epesistas de medicina, resulta angustiante ver que nada podemos hacer ante la incertidumbre de peligros que día a día estamos expuestos población y nosotros, no solo por la pandemia, sino por otras enfermedades que también están matando, pudiéndose evitarlas. Las acciones gubernamentales locales y nacionales, no han sido capaces de optimizar ni recursos ni trabajo, más bien se han dedicado a ver que les proporciona ventajas y bienes, dejando al azar de cada uno ver cómo se las espanta.

El primer caso diagnosticado de COVID-19 en Guatemala fue el 13 de marzo de 2020. En ese momento el Gobierno optó por realizar medidas de contingencia para evitar la propagación del virus, llegando incluso al confinamiento. Lamentablemente estas medidas se levantaron, regresando al movimiento rutinario, por lo que los casos siguieron en aumento. Actualmente el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social cuenta con más de medio millón de casos acumulados registrados detectados. La letalidad del COVID-19 en nuestro país es del 2.5%, con una tasa de mortalidad de 69.2 fallecidos por cada 100,000 habitantes, teniendo un total de fallecidos registrados hasta la fecha que supera los 13,000 de los detectados.

El Gobierno prometió desde el primer día de pandemia, una mejora en el área de salud, pero con la pandemia y los casos en aumento, nunca se observó acciones para realizar la misma. Inauguraron varios hospitales para la atención de pacientes, los más grandes situados en Villa Nueva y Parque de la Industria, donde se contaba con el equipo especializado para tratar pacientes COVID positivo. Al inició todo iba bien, ya que no se registraban gran cantidad de casos al mismo tiempo, pero al desbordarse la captación de nuevos positivos, la afluencia de pacientes a estos centros asistenciales fue en aumento y por lo tanto hubo mayor desgaste del personal, por lo que se realizaron convocatorias para captar nuevos médicos o estudiantes de medicina con pénsum cerrado que desearan laborar en dichas edificaciones. En el contrato que firmaron les explicaban los riesgos a los que asumían, que se les entregaría equipo de protección personal y que se les daría cierta cantidad de sueldo mensual. Así fue como varios profesionales de la medicina aceptaron trabajar en ellos, pero el colapso del sistema de salud en temática del COVID recién iniciaba.

Con el paso de los meses, los insumos médicos escaseaban, el equipo médico se fatigaba, casos en aumento, sobrepoblación en hospitales especializados en COVID y nacionales, el Gobierno no adquiría nuevos insumos, ni proveía a estas instituciones, además que el equipo de protección que prometían no lo entregaban y cada personal de Salud debía costearlo de su propia bolsa, sin mencionar que no pagaban los sueldos, mientras que el presidente mencionaba nuevos créditos millonarios con el fin de poder combatir la pandemia.

La desfachatez del gobierno llegó al grado de que como médicos debíamos escoger a que paciente salvar, ya que los insumos escaseaban y no había medicamentos necesarios para todos los pacientes, llegando a jugar una ruleta de la suerte, para ver quién era tratado y quién era más propenso de morir sin tener una oportunidad a ser tratado. Llegamos a tal punto de no contar con medicamentos para anestesiar a los pacientes y así intubarlos, siendo simplemente observadores de cómo varios pacientes morían asfixiados por no poder ser ventilados.

Actualmente los estudiantes de medicina y profesionales de la salud debemos comprar nuestro equipo de protección personal por cuenta propia, ya que el Gobierno no lo proporciona a las entidades sanitarias. Varios médicos que trabajan en áreas COVID renuncian antes de llegar a sus 6 meses de contrato, por la explotación laboral, no contar con insumos para trabajar, por tener hasta 40 pacientes a cargo por cada médico y por no recibir el sueldo que se merecen. Actualmente existen 216 estudiantes de la carrera de Médico y Cirujano de la Usac realizando su Ejercicio Profesional Supervisado Rural, repartidos en diferentes departamentos como Alta Verapaz, Baja Verapaz, Chimaltenango, Quiché y Huehuetenango. Esta etapa de su carrera dura 6 meses, en los cuales tienen que ir a vivir a otro departamento, pagar por alquiler, alimentación, servicios básicos, transporte, entre otras cosas, llegando a gastar Q4,000 al mes, además de exponerse a la inseguridad del país, ya que deben ir a vivir a aldeas que se encuentran entre aproximadamente 45 a 90 minutos de los cascos urbanos municipales de cada departamento mencionado anteriormente. Las tareas que conlleva un estudiante de medicina como EPS son la consulta general a todos los grupos poblacionales de pacientes en los Puestos de Salud o Centros de Convergencia de aldeas municipales, las cuales se encuentran en malas condiciones y sin insumos adecuados. También apoyan actualmente en las jornadas de vacunación contra COVID19, aun en días festivos, feriados y fin de semanas. En el caso de los epesistas rurales, son supervisados por profesionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala, mientras que por parte del Ministerio de Salud, son supervisados por las Comisiones de Salud de cada Centro de Atención Permanente de cada municipio. Luego están 215 estudiantes en su Ejercicio Profesional Supervisado Hospitalario, con una duración de 6 meses, realizados en Hospital General San Juan de Dios, Hospital Roosevelt, Hospital Pedro de Betancourt, Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, Hospital Regional de Escuintla y Hospital de Cuilapa. Pero el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social se niega a pagarles una beca de estudios de Q1,200, la cual no cubre ni la mitad de gastos mensuales, aun cuando ellos son las manos en primera línea en hospitales nacionales y áreas rurales a las cuales el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social no llegan, evidenciando que a este Gobierno no le importa su población, no le importa el bienestar de su propio pueblo, donde las vacunas recibidas en su gran mayoría han sido donadas por otros países, donde los casos siguen en aumento cada día y las medidas de restricción son menos.

Hay algo grave también, los pacientes con otras enfermedades como los hipertensos y diabéticos, han sido dejados a la deriva, sin vigilancia médica, sin tratamiento, pues no hay tiempo para atenderlos ni recursos, nadie los atiende. Y hemos visto muchas veces contaminaciones en las aldeas que nadie atiende y los casos difíciles de infecciones y desnutrición quedan a la mano de Dios, los hospitales no los reciben y la gente le tiene miedo a los hospitales pues mucha gente mure en ellos, además no tienen plata para ir.
Esta pandemia no la lograremos controlar, si el Gobierno sigue saqueando los pocos recursos que nos quedan. Todos merecemos un Sistema de Salud bueno, porque la salud es un derecho, donde cada paciente cuente con sus insumos y medicamentos necesarios, donde no se deba escoger quien vive y quien muere. Un Sistema de Salud donde se les remunere económicamente a los verdaderos héroes sin capa, todos los profesionales del campo de salud.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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