Alfonso Mata
Es probable que estos dos años permanezcan en nuestra memoria y en la memoria colectiva como el tiempo de “encierro” en nuestras vidas. El período que hemos vivido, y que vivimos actualmente, es sin duda un período extraño para todos, pero lo que más nos atemoriza es lo que está por venir. Creemos y estimamos (muy prematuramente) que ya hemos solucionado la pandemia, no sé si con esperanza, temor o ambos. No vemos en nuestro gobierno, que haya tenido ni la correcta actuación, ni haya podido garantizar la seguridad y la salud y un mínimo de daño; más bien él ha sido causa con su actuación, de mayor daño. Tampoco vemos apoyo en nuestros conciudadanos y pareciera que en el futuro cercano, cada uno tendrá que bogar por sus medios. Ni hay sensibilización ni empoderamiento de la población por solucionar y tampoco del gobierno; estamos solos y en estos momentos, quien sabe si será igual en un futuro inmediato.
Ahondemos un poco en la problemática. Desde el inicio de la pandemia, el gobierno introdujo normas legislativas indicativas de las medidas a respetar, para garantizar un cierto grado de acabar con la pandemia; Desafortunadamente para una buena parte de la población y ahora para la mayoría, las medidas están de sobra y su abandono parece ser la consigna. Aproximadamente durante dos meses, el distanciamiento generalizado fue cumplido. Durante este período, especialmente los que viven en ciudades, se produjo un cambio gradual en su estilo de vida y sin embargo, la población en general respondió bastante bien y con responsabilidad a las medidas dictadas. Con el correr del tiempo, el número de personas que ha repudiado o desobedecido las reglas impuestas por el gobierno fue en aumento, a veces incluso incurriendo en fuertes sanciones. Pero, ¿por qué algunas personas no han cumplido las reglas desde el principio? Son de estas las que nos interesa hablar.
En el artículo anterior, expliqué que existen cuatro factores (rasgos de personalidad, desconexión moral, desconfianza social, desconfianza en el gobierno) que al reunirse en una persona de forma sistemática, le llevan a caer con frecuencia en incumplimiento o desobediencia, motivándole a producir estrategias mentales que utiliza para procesar su situación, capaces de contrarrestar todo lo que va encaminado a chocar contra sus creencias, hábitos y costumbres habituales de su vida. Al establecerse esas estrategias de manera rutinaria, propician comportamientos que en algunas oportunidades concluyen en transgresión. Al final, el inconforme no acepta la norma que le afecte e incluso ni le da cabida en su existencia. Esas estrategias anti, son un conjunto de mecanismos cognitivos construidos individualmente y socialmente aprendidos, que liberan al individuo de sentimientos de auto-condena cuando se comporta de manera «incorrecta» al hacerlo. ¿Qué estrategias cognitivas se han observado que usan los inconformes y transgresores para hacer aceptables sus comportamientos anti? Se han hecho varias agrupaciones, una de ellas es la siguiente:
- Justificación moral apelando a fines superiores: El individuo, por tanto, pensará que actúa sobre la base de un bien superior que trasciende el mal de la acción. Ej.: «Lo hago en nombre de Dios pues Dios es el que manda; así lo manda Dios». Este lo hemos visto con mucha frecuencia.
- Etiquetado eufemístico: El comportamiento desobediente puede reducirse según las formas en que se etiquete lingüísticamente. Por ejemplo, «son unos exagerados, la pandemia es solo una gripe».
- La comparación ventajosa: El comportamiento puede mitigarse comparándolo con comportamientos peores. Ej.: «no es tan malo el Covid como la H1N1 o la polio».
- A través de desplazamiento de la responsabilidad. La responsabilidad por un comportamiento de desobediencia puede atribuirse a un elemento externo o a las necesidades de una situación particular. Ej. «no me voy a vacunar, las casas farmacéuticas quieren hacer su pisto».
- Difusión de la responsabilidad: La responsabilidad por el comportamiento se puede compartir con otros individuos, generando un sentido de no imputabilidad personal. Ej. «Pero todos lo hacen de todos modos, un usan la mascarilla»
- La distorsión de las consecuencias. Las consecuencias de la conducta desobediente pueden ignorarse o minimizarse. Ej.: «no me vacuno, pero ciertamente esto no contribuirá a la contaminación».
- A través de Deshumanización: a la víctima (individuo, sociedad, gobierno) del comportamiento desobediente, se le atribuye la ausencia de sentimientos humanos. Ej.: “Esos mandatos de distanciamiento violan mi libertad individual de locomoción”.
- Se culpa a la víctima de un comportamiento inmoral por el desobediente. El individuo está convencido de que la ofensa infligida a la víctima fue merecida, a fin de justificar su comportamiento como defensa. EJ: «Quieren matarme con la vacuna».
Obviamente, comprender por qué las personas se involucran en un comportamiento transgresor, es mucho más complejo y puede comprender no solo una causa y no solo las mencionadas. Los ejemplos de desconexión moral que acabamos de describir, es solo una de las muchas formas que entran en juego cuando un individuo se comporta con desobediencia (desacatar una norma de la que se tiene obligación de cumplimiento).
Lo que si aparece una constantemente en la personalidad de los que utilizan cualquiera de esos mecanismos, es una falta de confianza: en la confianza en otras personas que se conocen (amigos, familiares, etc.), de la confianza en otras personas que no se conocen y la confianza que en el gobierno. La desconexión moral y la confianza social, están a su vez mediadas por diferencias individuales que, según los expertos, depende en buena parte de lo que se ha vivido en la niñez y primera adolescencia; de la configuración de comportamiento de otros favoreciendo en el niño rasgos «positivos» (amabilidad, conciencia, responsabilidad y estabilidad emocional) o «negativos» (narcisismo, psicopatía, astucia, hipocresía y perfidia para conseguir lo que se desea) y eso está sujeto a aprendizaje. Todos esos elementos (hogar, vecindario, escuela, amigos, gobierno) pueden actuar de diferente manera, conduciendo a la desconexión moral. La pandemia actual, tropezó con individualidades desobedientes ya formadas y su presencia, debilita el poder atender los requisitos que requiere la lucha: la confianza en otros y la confianza en el gobierno. En general, los comportamientos respetuosos hacia las normas sociales se realizan, si los individuos confían en otras personas y en el gobierno que se las impone.
En resumen: La pandemia de Covid-19 nos ha mostrado que como sociedad hemos sido incapaces de adoptar y hacer cumplir varias estrategias para reducir lo suficiente la propagación del virus, proteger a los ciudadanos y aliviar las presiones sobre los sistemas de salud (eso a pesar de la evidencia de que las políticas de distanciamiento social han demostrado ser efectivas para reducir la transmisión de virus y proteger los servicios de salud). La debilidad democrática, la falta de un estado de derecho, desigualdades e inequidades dentro de la sociedad, son elementos fundamentales que facilitan la incapacidad de formar una personalidad adecuada que pueda equilibrar de forma apropiada los intereses personales con los sociales, tan necesaria para el fomento del bienestar de nación y la no transgresión. En estos momentos, los acontecimientos muestran que la sociedad guatemalteca está lejos de cumplir universalmente en magnitud y medida con controlar la pandemia y eso debido en buena parte a que la organización social y estatal actual, favorece en muchos, las capacidades para neutralizar o justificar culpas y adoptar transgresiones. Existe el espacio político y social para que se produzca desobediencia, con permisibilidad y sin penalidad.