Pandemia. FOTO LA HORA/AP/LUCA BRUNO.

Alfonso Mata

El 7 de agosto de 2014, la microbióloga Tara Smith escribió:
Yambuku, Zaire, 1976. Una nueva enfermedad apareció por la población. Los pacientes sufrieron dolores de cabeza y diarrea sanguinolenta. La enfermedad se estaba extendiendo por familias enteras y acababa con ellos. Simultáneamente se informó que a ochocientos veinticinco kilómetros al noreste, una epidemia similar se estaba propagando a través de la frontera en Maridi, Sudán. ¿Estaban conectados estos brotes? A pesar de los enormes desafíos logísticos geográficos, como las dificultades políticas de intentar ingresar y recolectar muestras en un área marcada por conflictos civiles recientes, las muestras finalmente fueron recolectadas y enviadas a la Organización Mundial de la Salud para pruebas. En total, estos brotes causaron 602 casos y 431 muertes.

El brote de Zaire no se detuvo hasta que se cerró el hospital, porque 11 de sus 17 trabajadores (65%) habían muerto a causa de la enfermedad. Los investigadores fueron de puerta en puerta en 550 aldeas en el área de Yambuku para encontrar y aislar nuevos casos. Se establecieron barricadas para restringir el acceso al área. En Sudán, se rastrearon varios casos, hasta llegar a trabajadores de una fábrica de algodón (probablemente debido a la exposición a los murciélagos) y sus familias. La epidemia aumentó cuando un caso fue al hospital de Maridi, el virus se transmitió dentro de ese hospital.

¿Qué estaba sucediendo?
En Zaire: El hospital sirvió como un eficaz amplificador desde el cual se diseminó el virus por toda la localidad. El número de casos fue aumentando paulatinamente hasta mediados de septiembre y a finales de mes, hubo una gran cantidad de casos, sobre todo en el personal hospitalario. El número de casos disminuyó a principios de octubre, posiblemente como resultado del uso de ropa protectora. A fines de octubre y principios de noviembre, se observó un aumento considerable del número de casos, lo que puede deberse en parte a la falta de ropa protectora cuando se agotaron los suministros a mediados de octubre.

En Maridi: el médico a cargo, junto con 61 miembros del personal de enfermería, contrajeron el ébola. Treinta y tres de ellos murieron. Ocurrieron ocho muertes adicionales entre el personal auxiliar y de limpieza. Este brote solo se contuvo porque, nuevamente, el hospital se hizo más seguro mediante una capacitación exhaustiva y el uso de un buen equipo de protección personal, y los casos se identificaron en la ciudad yendo de puerta en puerta. Este trabajo contó con la aceptación de los funcionarios locales, lo cual es fundamental: si bien las familias pueden no confiar en los forasteros, con mayor frecuencia escucharán a los líderes locales. Los casos fueron aislados en sus hogares o llevados al hospital. Finalmente, se examinaron todas las aldeas en un radio de 30 millas de Maridi y el brote se extinguió.

Tara continua escribiendo:
Ahora imagina que estás viendo esto en tiempo real, a través de las redes de noticias las 24 horas, desde el otro lado del mundo. Estás escuchando informes de noticias sobre casos en aumento. Los trabajadores sanitarios están contrayendo la enfermedad. No tienes toda la información, pero los expertos podrían estar llegando a su propia conclusión de que el virus debe estar mutando en Sudán. Sin embargo, estarían equivocados. Estos brotes fueron en realidad epidemias separadas (y llevaron a la identificación del ébola virus de Zaire y del ébola virus de Sudán, respectivamente), pero en conjunto, esa fue la enfermedad del ébola virus en 1976, el año más mortal para el ébola hasta 2014. De hecho, se requirió en aquel entonces, un enorme esfuerzo en el terreno en estas dos áreas para detener el brote.

Aunque no es del todo análoga a la epidemia del 76, la del 2014 en África Occidental también deja lecciones que aprender. Hay una curva de aprendizaje empinada para lidiar con el ébola. Además del único caso de Costa de Marfil, el ébola no ha sido históricamente una enfermedad de África Occidental, Liberia, Guinea y Sierra Leona en particular, no tienen una gran historia de estabilidad gubernamental y todavía se están recuperando de guerras civiles, golpes de estado y una falta general de liderazgo nacional estable. La infraestructura también es deficiente como lo señalan los primeros informes sobre el hospital principal de Conakry, Guinea. Cada país parece estar lidiando con esto en gran medida por su cuenta, sin una cooperación transfronteriza sólida, y dado que las fronteras tienden a ser flexibles en cualquier caso, los pacientes y las personas que están incubando el ébola han podido viajar y trasladar el virus a nuevas áreas. El público en general no comprende la enfermedad y, en algunos casos, mantiene a los médicos fuera con cuchillos y machetes, acusando a los médicos de asesinar a sus seres queridos y llevar el ébola a sus aldeas. Son razones como esta: cuestiones estructurales y sociológicas, en general, las que llevaron a la OMS a declarar que el brote estaba «fuera de control». Por lo que se ha informado, no hay nada particularmente notable sobre el virus en sí y está muy relacionado con los aislados anteriores del virus ébola de Zaire. La tasa de infección en los trabajadores de la salud, alrededor de 60 de los 1,300 casos totales reportados en ese momento, es en realidad bastante baja, dadas las condiciones en las que trabajan y la falta de experiencia que la mayoría de ellos habría tenido con el ébola. (Nuevamente, en Sudán, fueron 61 de 284 casos, por lo que el 21% del total de casos fueron médicos y enfermeras, frente a aproximadamente el 5% en este brote).

Y nos enseña:
Los brotes en estos países son malos en la actualidad, pero para el futuro, podemos considerar a Uganda como modelo. El primer brote en ese país, iniciado en el 2000, provocó 425 casos y 224 muertes. El segundo brote en 2008 provocó 149 casos y 37 muertes. En 2011, tuvieron un solo caso sin propagación secundaria. En 2012, 11 casos y 4 muertes y en otro brote, 6 casos y 3 defunciones. Probablemente sea imposible evitar que el ébola se propague a la población humana, pero Uganda ha hecho un gran trabajo: Pueden realizar una detección temprana de casos sospechosos en su laboratorio de nivel 4 de bioseguridad en Gulu. Alertan a las autoridades locales si se sospecha algo y luego envían un grupo de trabajo para ayudar con la contención. Se comunican eficazmente con el público sobre lo que pueden hacer y con un tratamiento eficaz en los hospitales pueden reducir la tasa de mortalidad. Trabajan con los líderes comunitarios cuando es necesario establecer una cuarentena. Todas estas cosas también se pueden utilizar en África Occidental, pero se necesita tiempo y mucho compromiso para poner en funcionamiento estas redes. Necesitamos esta cooperación tanto como necesitamos epidemiólogos e incluso más de lo que necesitamos «medicamentos», porque solo con la prevención de nuevos casos esta epidemia finalmente se extinguirá.

Como vemos: la ciencia pierde memoria, los políticos no porque carecen de ella y los pueblos la sepultan entre penas. Así, toda esa experiencia acumulada por la humanidad se pierde y se empieza de nuevo con cada pandemia como nos lo deja ver claro la actual pandemia.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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