Alfonso Mata
Desde marzo de 2020, cuando la OMS declaró oficialmente el brote de COVID-19 como pandemia, científicos de todo el mundo y en todos los países han realizado más de una sesión y reuniones, frecuentemente de lluvia de ideas, para comprender la enfermedad y desarrollar las mejores estrategias terapéuticas para ayudar a los pacientes, pero cada vez, se enfrentan a nuevas «rarezas» del virus y se derrumba todo lo que se propuso anteriormente o bien se complementa. Así funciona la ciencia.
Mi tratamiento fue de antiparasitarios, un antiviral y un antibiótico más Ibuprofen –eso recomendaba una doctora salvadoreña, nos dice nuestro periodista R. El médico Q se abstiene de hablar sobre su tratamiento y comenta: Inicialmente ante la incertidumbre, los regímenes de manejo de pacientes fueron medicamentos contra el VIH/SIDA (lopinavir/ritonavir), medicamentos antipalúdicos (hidroxicloroquina/cloroquina); más tarde una combinación del antibiótico Azitromicina, con antivirales (remdesivir y análogos) se les dio a los pacientes con complicaciones ambulatorias. Esos regímenes terapéuticos han fluctuado constantemente, pero finalmente la humanidad se queda con: Corticosteroides, AIMES, antivirales, antiparasitarios usados a criterio público y médico, a los que cada quien les ha dado una eficacia y seguridad según experiencias. Y en paralelo, se hizo cada vez más obvio que el SARS-CoV-2 afecta no solo y no tanto a los pulmones, sino a diferentes órganos y sistemas: Los riñones, el corazón, el sistema de coagulación sanguínea, el páncreas y otras glándulas endocrinas, órganos del sistema reproductor y, lo más importante, ¡el cerebro! Y ahora quedó claro que la increíble fatiga, que durante mucho tiempo atormenta incluso a las personas que se han enfermado levemente, es el efecto neurotrópico mismo del virus, que al principio nadie conocía y que, en primer lugar, explicaba por qué es tan fuerte e importante usar no solo una máscara, sino también lentes o pantallas sólidas para protección (según una de las teorías, el virus ingresa al cerebro a través del nervio óptico), y en segundo lugar, le dio un significado completamente diferente a la frase (¡guau, un virus respiratorio!) y también y en segundo lugar, le dio un significado completamente diferente a la frase ¡»TORMENTA CEREBRAL»! Después de eso, se hizo evidente que era necesario estudiar este aspecto del problema de manera especialmente activa y participar en la rehabilitación de los pacientes que habían estado enfermos con COVID-19, y la restauración no solo de sus funciones respiratorias, sino también de las relacionadas con otros órganos.
Hay cosas en el estado de salud que se debe analizar un poco más profundamente, afirman Q y R. Algunos pediatras han notado en algunos niños con el COVID-19 una disminución de aproximadamente un tercio en sus funciones cognitivas (es decir, cognitivas), en la forma de pérdida de memoria, atención, etc. incluso antes del inicio de la enfermedad. Es importante entonces hacer un llamado a los pacientes, a participar en exámenes clínicos y rehabilitación post infección y complicaciones
Yo me he deprimido, a ratos siento que esto no va a terminar; a ratos me aflige que muera un familiar o alguien en mi hogar y me despierto, nos informa R. Q es más cauto y aunque su lenguaje corporal indica que en algo se altera su carácter, no lo manifiesta y nos dice:
No olvidemos que todo el año transcurrió bajo el signo de convulsiones sociales muy importantes: en los primeros meses del año se declaró una cuarentena muy estricta, cuando los niños estaban encerrados en cuatro paredes y no podían salir a la calle por más de una semana. A ello se suma que en muchas familias, los padres perdieron sus trabajos y los ingresos familiares disminuyeron, las actividades educativas se cambiaron al modo en línea, se cerraron las fronteras no solo entre países, sino también entre regiones, las vacaciones de medio año se fueron. A eso llaman algunos una «TORMENTA SOCIAL», nos aclara R. Sus consecuencias a corto plazo ya han aparecido y aún tenemos que comprender las de medio y largo plazo.
Todo ese caos de tormentas, continúa R, a corto plazo, generó la «TORMENTA DIGITAL«, a raíz de lo cual los adultos y los niños comenzaron a pasar muchas veces más tiempo en el mundo virtual y un nuevo formato digital.
Q añade: que eso no podía dejar de afectar su salud en forma de una fuerte caída de la visión, neurotización, aumento de peso y disminución de la las capacidades físicas y de adaptación del cuerpo. Entonces durante la pandemia, la cantidad de horas que pasa la gente frente a una pantalla, ha aumentado considerablemente.
Pero eso, corrige R. hay que ser justos: debe tenerse en cuenta que los dos últimos tipos de tormenta, puede que estén exacerbando la desigualdad social, porque si una familia no puede proporcionar a un niño una computadora de pantalla completa, con Internet estable para las actividades educativas y solo puede proporcionar un teléfono móvil, los resultados de los estudios se verán claramente afectados en la educación, eso solo como un ejemplo.
Los servicios de telemedicina, que finalmente comienzan a ocupar espacio en nuestro medio, afirma Q, requieren Internet y un dispositivo, y muchas familias, muchos pacientes, no tienen ni uno ni otro y eso viene en camino para quedarse.
Q y R se ven las caras y concluyen: Así que la investigación en la era del COVID-19 sin duda requiere un abordaje multidisciplinario y el estudio del impacto del nuevo coronavirus desde todo punto de vista
No nos olvidamos de una tormenta, corrige R y nos cuenta: lo dicho en el párrafo anterior se vuelve especialmente cierto, cuando resulta que la pandemia del SARS-CoV-2 ha provocado un fuerte aumento de los problemas mentales, la frecuencia de la depresión y el número de suicidios. Esta «TORMENTA SUICIDA» no es una sorpresa, porque sabemos que los brotes de infecciones graves causadas por los coronavirus del SARS-CoV en 2004 y MERS-CoV en 2012 estuvieron acompañados de un aumento del 30% en el número de suicidios en aquellas regiones, donde se celebraron. Y la base subyacente de este fenómeno: la neurotropicidad descrita anteriormente por el doctor Q puede ser una de ellas.
Creo que en resumen, nos dice Q, las consecuencias a medio plazo del COVID-19, requieren un examen epidemiológico y clínico profundo y serio, y la rehabilitación de todos los que han estado enfermos.
Pero no nos olvidemos de los niños, pide Q que a pesar de la baja frecuencia de muerte en ellos, hay informes de enfermedad grave causada por el SARS-CoV-2 en ellos que en apariencia se parecen al síndrome de Kawasaki en sus manifestaciones, y que algunos denominan KawaCoid, pero más universalmente síndrome inflamatorio multisistémico en niños. Esta enfermedad, que nunca antes había sido observada por los pediatras, y de la cual ya hubo casos en nuestro país, los estudios nos indican que los niños de las comunidades latinoamericanas y afroamericanas, especialmente los que sufren de sobrepeso y obesidad, diabetes y enfermedades del sistema de coagulación sanguínea, se enferman con más frecuencia que otros. Otra rareza del COVID. Estos cuadros en niños no comenzaron al inicio de la pandemia, no, estos casos comenzaron a ocurrir en todos los países de Europa o América aproximadamente dos meses después de que comenzara el brote.
Tenemos que tener eso en cuenta cuando se dé la apertura total de escuelas y la incidencia de coronavirus en niños haya aumentado.
Los últimos datos sobre nuevas mutaciones del virus indican sus nuevas «rarezas»: el SARS-CoV-2 se está volviendo más infeccioso, pero el cuadro clínico no empeora, los regímenes de tratamiento permanecen sin cambios y el énfasis principal debe seguir estando en la prevención.