El dilema impuesto por el Coronavirus es de significativas consecuencias geopolíticas para América Latina, nos encontramos frente al peligro de atravesar una década sumidos en crisis sanitarias, conflictos sociales, delincuencia y crimen, ausencia de gobernabilidad, inestabilidad económica y sin una estrategia definida para la recuperación, sin claridad en la priorización de acciones de corto, mediano y largo plazo, para aprovechar la ubicación centroamericana y del caribe como una plataforma natural de oportunidades. La incertidumbre provocada por la pandemia ha mantenido más o menos oculta por algún tiempo la crisis política institucional en la que vivimos en la región desde hace varias décadas, deprimiéndose cada vez más aun la economía regional. Superar la actual crisis sanitaria debe ser una tarea de guatemaltecos descontaminados y enloquecidos por asumir el poder por la vía que se les presente, menospreciando la electoral, por no haberse favorecido con ella, que también cabe decir esta capturada por asideros ilícitos, lo que es perfectible.
El acceso al poder debe ser por la vía de las urnas y para lo cual quedan dos años y medio; derrumbar el muro de la institucionalidad que aún se construye no es lo más conveniente para el país, ni para la región, hay que recordar que la medicina puede ser peor que la enfermedad y un mal tratamiento pueda llevarnos a algún extremo y que ya nada se pueda hacer luego de ello, donde los lamentos no servirán de nada. Lo curioso es que quienes han señalado el irrespeto a la institucionalidad, ahora encuentran en la conspiración, una forma de romper el sistema, esperando ubicarse entre los nuevos actores, que luego serian sus máximos defensores. El ejemplo de Nicaragua es patético, los extremos no solo son peligrosos, tienen un denominador común: el irrespeto a las fundamentales normas de la democracia; la dictadura es el método que más encaja en su naturaleza extrema. Este es el tiempo para encontrar fórmulas sensatas para la reactivación sanitaria, política, social y económica. Sin duda los estrategas nacionales han de estar discurriendo en ello; pasar de la protesta a la propuesta, es una necesidad para propiciar la convivencia pacífica y de justicia social tan ansiada en los seres humanos.
Las manifestaciones sociales son totalmente valederas para mostrar malestar e insatisfacción, pero interrumpir la libre locomoción de los habitantes, esta siendo cansado para la sociedad en general, pues resulta que un buen porcentaje de ciudadanos trabajan a diario para sobrevivir en una economía tan cansada y golpeada por la pandemia que nos azota. Quienes deciden hacer bloqueos deben pensar que esta acción está consiguiendo más anticuerpos de los que parece en los ciudadanos trabajadores, las manifestaciones son un derecho garantizado en la legislación vigente, pera también requieren de ingenio y creatividad, de lo contrario solo conseguirán que los mismos ciudadanos se vean obligados por el cansancio a enfrentar a quienes interrumpen la movilidad. Pasar de la protesta a la propuesta también requiere de creatividad y solidez de líneas de acción, luego de ellas y que sean ignoradas entonces cabe la protesta y sobre todo se hace legítima.