Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera

Todos sabemos que una falacia –si partimos del campo de la Lógica- es una argumentación fallida -con fines aviesos de parte del aprendiz de argumentador- o bien de un sofista pagado por una claque oligárquica para que escriba en contra del progreso y revolución de un país como Guatemala y en favor del carcomido y jurásico statu quo. Esta clase de servidores-periodistas habitan en las entretelas sudadas de las clases “altas” o “superiores” y no necesariamente exigen –estos columnistas- una “fafa” en metálico o soborno de modo directo. Puede el intercambio realizarse como el de una meretriz de la “alta” sociedad recibiendo un cargo académico, una radiodifusora comercial o la facilitación de negocios también pingues y de burdel. Las transas son según las circunstancias: nivel rastrero “del que peca por la paga”, y el alto standing “del que paga por pecar”. El periodismo puede ser una profesión sublime pero también muy cutre y cicatera.

La trama o argumentación falaz -a la que me refiero arriba- es el libelo titulado (como la película para mentes muy elementales o infantiloides) “Nuestros villanos favoritos” columna publicada en Prensa Libre ¿cómo no? El 27.4.21 por un conocido profesor de la Universidad Francisco Marroquín, de quien no se sabe si tan “preclara eminencia” periodística se deriva de propios méritos o de servicios prestados a la oligarquía (servicios mediáticos tan bien arropados por las clases pudientes y represoras del país) al unísono con su profesión de catedrático que quién sabe cómo derivó en tal, dado que no es otra cosa que profesional en Ciencias Militares y guardia civil español, profesiones no incorporables en Guatemala.

Lo grave del escrito del Sr. Trujillo (originario de España y no de Guatemala y acaso sin la debida incorporación legal en la Universidad de San Carlos de su dizque título) es la altivez, machismo y arrogancia a ultranza con que monta su panfleto en contra de Thelma Aldana, aplicándole adjetivos más hijos de su fantasía coloniera (¿no es español?) y del imaginario de la aycinenalal Marroquín, cargados de difamación y ruindad porque nada de lo que Trujillo le endilga a Thelma Aldana –en su despreciable panfleto- es demostrable y, como no es comprobable, es por tanto calumnioso.

La explicación y causa del encomendero libelo de Trujillo es porque -aunque parezca mentira- los represores sociales se preparan incansablemente ¡ya!, para el siguiente período de propaganda pre eleccionaria; y comienzan a tratar de destruir a las figuras de personajes que parecen o son peligrosos para sus mafiosos fines: el de que la oligarquía y el Ejército se garanticen otro período presidencial más que alargue el tenaz ayicineismo de que están imbuidos, es decir, su eterna capacidad de regresión a los días de la Independencia y sus fétidos miasmas -que transpiran encomienda y dictadura- de unas cuantas familias que son dueñas del inmenso latifundio feudal llamado Guatemala.

La inconmensurable buena fama de Thelma Aldana es incontrovertible. Diga lo que diga en su libelo Trujillo, ella es realmente una heroína en concepto de las clases medias y bajas del país. Además de sus honrosísimos Premios Nobel Alternativo y Wola, Aldana cuenta con el enorme mérito de haber colocado en la cárcel a Pérez y a la Baldetti y facilitado el enjaulamiento posterior de muchos intocables que de cerca o de lejos le temen aún hoy. Le temen (los defendidos por Trujillo) porque si llega Aldana a Presidenta se podría restaurar la vigencia de la Cicig (o algo similar) y el funcionamiento moral y legal a tope del MP y de la fiscalía general.

Es el Pacto de Corruptos el que ha dictado el libelo de Trujillo a quien, por cierto, podría caerle una demanda por misoginia y violencia psicológica contra la mujer. Realmente se ha portado como un patán respecto de dos damas que merecen respeto (Thelma Aldana y Gloria Porras) por todo el mundo estimadas, sin discusión, tratándolas de ¡villanas!

La fortuna da vueltas.

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