Factor Méndez Doninelli
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A lo largo de la historia la humanidad ha tenido períodos oscuros que han significado retrocesos. Uno de estos viene desde el mundo antiguo cuando en el año 391 d.C Teodocio el emperador de Roma, influenciado por la iglesia católica ordenó por medio de un decreto incendiar la biblioteca de Alejandría por considerar que contenía documentos que a la vista de la iglesia eran paganos y herejes. La ciudad de Alejandría fue fundada por Alejandro Magno en el 332 a.C, allí estaba la famosa biblioteca que en su amplio edificio conservaba más de setecientos mil rollos de manuscritos acumulados durante miles de años, escritos por los sabios de la antigüedad sobre diferentes materias de las ciencias, astronomía, filosofía, medicina, arquitectura, ingeniería, historia, tecnología, artes, textos que explicaban los secretos del cosmos, el universo, de la naturaleza y sus fenómenos, de los seres vivos, la especie humana y su organismo. Allí estaba acumulado todo el tesoro de sabiduría y experiencias de la humanidad, el patrimonio literario y científico logrado hasta aquel momento. La destrucción de la biblioteca significó retroceder hasta el punto cero del conocimiento, en el incendio se perdieron miles de años de historia, de saberes humanos y experiencias empíricas trasmitidas por los antiguos sabios. Ese atroz suceso fue motivado por fundamentalismos religiosos que hasta el día de hoy, siguen deteniendo el progreso y el desarrollo de los pueblos.
Actos similares continuaron ocurriendo. Siglos después sucedió en América cuando se produjo la invasión europea que en el siglo XV y con brutal violencia sometieron, dominaron y despojaron de sus tierras y territorios a los pueblos originarios, los mismos cronistas de la época refieren que en la hoguera fueron incinerados miles de escritos y destruidos vestigios culturales, religiosos y filosóficos (cosmovisión) de los Mayas originarios. La misma historia se repitió en el Siglo XX cuando el régimen nazi fascista al grito de: ¡Muera la inteligencia! quemó millones de libros y escritos. O en el 2003 el saqueo y destrucción de la biblioteca de Bagdad, luego de la invasión del ejército estadounidense. Todos estos actos y similares han significado un retroceso para la humanidad.
Viene al caso recordar estas historias de retroceso, porque algo similar está ocurriendo en Guatemala, un país de Centro América con una sociedad multiétnica, plurilingüe y multicultural que por ahora está dominado por redes de corrupción e impunidad cobijadas bajo un manto de religiosidad fundamentalista, básicamente de denominación pentecostal y neo pentecostal que tienen cooptado el ejercicio del poder público, al Estado y sus instituciones. Un país donde prevalece una clase política corrupta al servicio de las élites para reproducir el estado de cosas injusto, desigual, inequitativo, explotador, racista y discriminatorio que persiste hasta hoy. Con un ejército siervo de las élites que enaltece a asesinos y genocidas de su pueblo. Con un sistema de justicia que protege a funcionarios señalados de corruptos, criminaliza a los pobres y a defensores de derechos humanos, de la tierra, el agua y el territorio. Con un Congreso Nacional repleto de diputados cómplices del crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción y el fundamentalismo religioso, afanados en impulsar leyes y reformas de carácter regresivo, que vulneran derechos humanos. Eso tenemos en este país, un proceso acelerado de retroceso en educación, salud, bienestar social, igualdad de oportunidades, es decir, para impedir el desarrollo humano.