Las colas y el ritmo que se vieron en los tres centros de vacunación en la capital mostraron cuán deficiente puede ser el mecanismo dispuesto. Foto La Hora/José Orozco

El deterioro institucional en Guatemala es evidente y tristemente patético porque hay un abandono de las funciones esenciales del Estado, lo que ocurre en medio de la indiferencia de la sociedad que parece haberse acostumbrado a que “así somos” y que no hay remedio para nuestra situación. Sin embargo, es evidente que el caso de la vacunación y los palos de ciego que se vienen dando se convierten en un factor diferente porque, literalmente, se trata de un asunto de vida o muerte.

El proceso iniciado supuestamente con personal de primera línea, en la fase 1, ha servido para demostrar la improvisación y falta de criterio que hay para organizar un efectivo plan que permita vacunar al mayor número de personas en el menor tiempo posible. Las colas y el ritmo que se vieron en los tres centros de vacunación en la capital, en los campos del Roosevelt, en Gerona y el parque Barrondo, mostraron cuán deficiente puede ser el mecanismo dispuesto porque la cantidad de personas inoculadas por hora es realmente patética y decepcionante. Si se suman los totales de vacunados diarios, tendríamos que esperar varios años para alcanzar siquiera la posibilidad de tener inmunidad de rebaño, lo cual, si llegara a ocurrir, se daría cuando las nuevas variantes y cepas se puedan propagar más fácilmente gracias a esas poblaciones donde la lentitud del proceso de vacunación comprometa realmente el resultado final.

Cada explicación que sale del Ministerio de Salud respecto a los planes preocupa más. Ayer se anunció la creación de un registro electrónico para quienes serían vacunados en la segunda fase, supuestamente a iniciarse a mediados de este mes, pero en cuestión de minutos los que intentaron registrarse comunicaron que la página no funcionaba con normalidad y que se “caía” constantemente. También las autoridades reconocieron que están utilizando el programa Excel para llevar registros de las personas que se van vacunando, a falta de facilidades de internet en los centros de vacunación, lo cual es realmente imperdonable porque no puede ser que ese “detalle” haya sido pasado por alto.

El guatemalteco es paciente en demasía, pero cuando se cansa tiene reacciones distintas a su tradicional apatía. No deben jugar con fuego porque la vacunación puede convertirse en un tema muy especial, como se vio en los días de Semana Santa, cuando miles de adultos mayores se presentaron en busca de la vacuna con la esperanza de que la inmunidad les salve la vida. Insistimos en que las fallas del plan tienen que servir para enmendar y corregir ahora que aún no hay dosis.

Redacción La Hora

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