El problema de la polarización no es únicamente de Guatemala sino se da en muchos sitios del mundo porque es evidente que algunos han entendido la importancia de mantener a los pueblos ocupados en cuestiones que despiertan pasiones para que no se ocupen de entender las cosas realmente vitales en las que debería de haber cambios profundos. El tema ideológico es uno de los más socorridos para explotar esa capacidad que hay para dividir a las sociedades, aunque a ellos se pueden sumar otros igualmente efectivos como el racial. Si vemos lo que pasa ahora en Estados Unidos, donde la sociedad se encuentra profundamente dividida por esas dos cuestiones, entenderemos lo nuestro; aquí nos han encasillado en una confrontación entre supuestas izquierdas y derechas, exacerbadas por los evidentes resabios de 1954 que todavía persisten haciendo que las diferencias estén a flor de piel y se produzcan en términos de verdaderos radicalismos.
Y es que mientras más se discute sobre las ideologías, en la mayoría de casos sin entenderlas realmente, los que medran del sistema pueden no sólo operar a sus anchas sino que además hasta se hacen de aliados que no saben ni qué es lo que están respaldando. A alguien se le ocurrió decir que la lucha contra la corrupción en Guatemala era un invento de la izquierda para hacer del país una nueva Venezuela y muchos se tragaron la patraña. Por el temor a que nos caiga un Chávez o un Maduro preferimos a los Morales o Giammattei y se les apoya sin ningún escrutinio de sus actos, no digamos de sus intenciones.
Ahora que Estados Unidos está reconociendo que el problema de la migración tiene algún vínculo con la corrupción que no sólo roba dinero sino le roba oportunidades a ese pueblo que sólo ve salida en la búsqueda de ese “sueño americano”, hablan de intervención extranjera, olvidando tranquilamente que hace unos meses, cuando Trump nos impuso los acuerdos de tercer país seguro, metió burdamente sus manos en nuestros asuntos. Y como Trump es republicano y Biden demócrata, pues se agregan nuevos ingredientes al caldo de la polarización para darle más y nuevos sabores.
Entender la situación del país y las terribles condiciones de pobreza que obligan a tantos a migrar no debiera ser difícil para nadie y si en vez de entretenernos con el pleito pensáramos por unos minutos en nuestra realidad, sería mucho más fácil entendernos para buscar y proponer soluciones que nos lleven a mejorar al país. No es cuestión de derechas ni de izquierdas entender que le estamos abriendo las puertas al crimen organizado para que desplace a los poderes fácticos de hoy y se adueñe del país. No es cuestión de derechas ni de izquierdas entender que estamos preparando el caldo de cultivo para que nos surja cualquier populista, de uno u otro bando, que se entronice en el poder usando, cabalmente, la polarización como su mejor instrumento.
Razonar por unos minutos sobre la realidad del país, a dónde vamos y qué podemos hacer para mejorar las cosas, debiera ser un propósito de todos aquellos que en realidad se preocupan por un mejor futuro para sí y para la Nación.