Eduardo Blandón
En algún momento de la vida las cosas escaparon de nuestras manos. El control parece una utopía por las presiones cotidianas, la falta de disciplina y quizá una tendencia congénita a la anarquía y el dejarse llevar por la corriente. Más parecemos hojas movidas por el viento que no es más que los caprichos de la mercadotecnia y los artificios del sistema que nos quieren anestesiados y tontos.
La conciencia del proceso de “descerebramiento” quizá sea el punto de partida para la recuperación de nuestras vidas robadas, alienadas según la verborrea marxiana, en un proyecto que debería ser capital para una existencia digna. Capitular no es la opción pues equivaldría, sin darnos cuenta, a una especie de anticipo infernal donde nuestros corazones son devorados a gusto y placer.
No debemos renunciar a nuestra autonomía gratuitamente. Puede regalarse si quiere, entregarse al hedonismo de nuestros tiempos, consumir como bestia sin límite, ser un apóstol de las ideologías que le dan ventaja, practicar la ludopatía porque es su capricho y no puede vivir fuera del universo de las recompensas de los juegos, pero debe hacerlo según su elección. Lo demás es imposición que lo devalúa en partida doble.
Así, como puede advertir, la vida equivale a un cuadrilátero pugilístico. Somos nosotros, nuestra libertad y autonomía, versus los otros, materializados en instituciones, el Estado y sus aparatos (la industria del entretenimiento, la educación, la cultura, el mercado… y un sinfín de maniobras con afanes de control). Soportar los asaltos no es tarea fácil frente a la desigualdad del combate, pero los héroes han demostrado que se puede vencer.
Cada uno de los personajes singulares de la historia, ya no solo hablo de los grandes profetas de las religiones, sino los guerreros como Luther King, Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Rosa Parks, Madre Teresa y Malala Yousafzai, entre otros, demuestran que la victoria es siempre posible. Pensar lo contrario no es solo sino parte del desánimo propagado por los que manejan el cotarro.
Quiero decir, en consecuencia, que podemos recuperar el dominio perdido. Todo, desde una nueva visualización: la misión por el cuidado de lo íntimo. Establecer los límites que permitan la libertad de maniobra, el libre pensamiento, la afirmación de nuestra individualidad. Constituye la tarea estética de construcción de nosotros mismos superando la repetición y la homogenización impuesta por los supra poderes.
Todo esfuerzo alternativo es secundario. Lo prioritario es la fidelidad que nos debemos en el esfuerzo por salvar nuestras vidas. El reino que los cristianos piden en la oración, su venida, es posible aquí y ahora, no lo debemos aplazar soñando en lo ulterior. Interpretarlo como una realidad a futuro, apocalíptica y postrera, es un artificio sospechoso al que debemos renunciar.