Napoleón Barrientos

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Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

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David Barrientos

A un año de haberse confirmado los primeros casos de COVID 19 en Guatemala, las cifras oficiales indican que más de 187,000 guatemaltecos se han infectado y más de 6,600 han fallecido; más de 9,800 casos activos, las autoridades de salud han anunciado recientemente que los centros hospitalarios están al cien por ciento de ocupación por casos COVID en emergencia; que el gobierno puede tomar medidas restrictivas más severas; se ha anunciado un incremento de 29 municipios en alerta roja; los Estados Unidos Mexicanos han anunciado el cierre de su frontera con Guatemala y se supone que El Salvador intenta hacer lo mismo.
Aun con el escenario anterior, el flujo de veraneantes principalmente en la costa pacífico se puede observar ha empezado a ser masivo, congestionando las carreteras con vacacionistas en un relajamiento imprudente; el distanciamiento social parece olvidarse en los centros de reunión; los hoteles al cien por ciento llenos y con listas de espera, privilegiando irresponsablemente la diversión antes que la salud. Esta manifestación de soberbia social puede complicar la situación de sanidad del país, la irresponsabilidad de los adultos es individual, sin embargo, hay un alto porcentaje de población vulnerable como las personas mayores y menores dependientes que pueden sufrir las consecuencias de los descuidos de adultos conscientes pero imprudentes, que ignoran además las medidas restrictivas de las autoridades de salud pública.

Los ciudadanos responsables deben atender las alertas que se han encendido, pues los efectos de tales descuidos pueden arrastrar muerte y dolor en la población guatemalteca. La ética debe ponerse además de manifiesto en la industria turística nacional, quienes deben atender las restricciones; la recuperación económica no debe ser a costa de la enfermedad y la muerte de sus clientes, los aforos deben respetarse y considerarse en una época de descanso en tiempos de pandemia, las alternativas condiciones para el descanso responsable debe reducirse al exclusivo núcleo familiar que tampoco es totalmente seguro, debemos abstenernos de la diversión en grupos ampliados; esperemos que el proceso de inmunización avance y nos permita llegar a la “nueva realidad” y no a una nueva normalidad, que suena a regresar a la relajación anterior, en un mundo cada vez más expuestos a contaminación, precariedad y endemias de diverso origen; el mundo cambia, y quien con él no cambia, está expuesto al fracaso, a la desesperanza, a la enfermedad y a la muerte, así de sencillo. Aún estamos bajo los efectos de una crisis sanitaria y en una crisis se hacen evidentes nuestras actitudes algunas veces invisibles, en esta pandemia debemos manejar nuestra soberbia, nos encontramos ante el riesgo que la expongamos.

El mundo ya nunca será el mismo, el acecho de los efectos de la globalización y el desarrollo tiene un impacto negativo en el globo que habitamos y sin discriminar condición extiende sus efectos; el deterioro social es una realidad, los riesgos y amenazas están cada vez más a la vuelta de la esquina, sin duda estamos en una época donde la prudencia debe acompañarnos por siempre y la soberbia natural tenerla bajo control.

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