Sergio Penagos
La Camorra fue una asociación de individuos corruptos, que se valía de la extorsión para lograr sus fines. Era una sociedad secreta de asesinos juramentados, extorsionadores y contrabandistas en todo el Reino de Nápoles. Hoy se utiliza la palabra para señalar abusos o actos de matonismo.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Nápoles era un campo de batalla fértil en lo político, donde la derecha italiana combatía contra las maquinarias políticas adversarias, en un ambiente de desempleo crónico, falta de vivienda, desatenciones en salud, corrupción y analfabetismo. La industria e infraestructura napolitanas no se habían recobrado de la devastación del conflicto armado mundial.
Aplicando la palabra camorra en Guatemala y trasladándonos al siglo XXI, encontramos que los políticos, por sus malas y habituales prácticas corruptas, no buscan respuestas adecuadas para resolver las crisis que agobian a la sociedad guatemalteca, las mismas de Nápoles, a pesar de tener cooptada la novena camorra y sus lucrativos negocios. Igual que en la honorable camorra de antaño, gestionan redes de protección a cambio de sobornos y operaciones de tráfico ilegal: influencias, puestos, drogas y personas. Tienen mucho más éxito, del que nunca antes tuvo aquella honorable sociedad, en lo que se refiere a infiltrarse en las instituciones estatales y la economía del país.
Personaje importante de la camorra era el llamado guappi (guapo). Aquí se traduciría: catrín, cabrón, patojo chispudo o vulgar matón, pero estas palabras no llegan a expresar la autoridad que un guappi ejercía en su entorno.
Los guappi eran los titiriteros dentro de la vívida escena criminal de la ciudad. Pero no eran simplemente figuras criminales: los guappi también manejaban los hilos políticos, arreglando los problemas y eliminando adversarios. Siempre al servicio de los políticos en cuyo nombre reunían luego, mediante sobornos, amenazas y extorsiones, votos en época de elecciones. Eran un verdadero enlace entre el universo criminal, las autoridades corruptas y los centros urbanos del poder.
Este vínculo con la política es una de las cosas que diferencia a las mafias italianas de las bandas criminales ordinarias.
En la actual novena camorra, el columnista Roberto Alejos Cámbara, ha identificado a dos guapos muy activos: Manuel Conde Orellana y Mario Taracena Días-Sol, quienes junto a Felipe Alejos Lorenzana, constituyen una poderosa trinca que mueve los hilos del criminal pacto de corruptos.
La Camorra de Nápoles era una sociedad secreta. Pero, por extraño que parezca, tenía muy pocos secretos. En Nápoles todo el mundo estaba al corriente de sus actividades; de la misma manera que, en Guatemala, a la novena camorra, con sede en la novena avenida, todos los ven actuar con total desparpajo, cinismo y prepotencia, por lo que es imposible ignorar sus fechorías, que son realizadas al amparo de la sacrosanta impunidad.
Los organismos criminales de Italia, y los de Guatemala, no son únicos ni estáticos; al contrario, constituyen un poderoso ecosistema del inframundo de las bandas criminales de cuello blanco, que seguirá operando en la impunidad, en tanto no los eliminemos.