Napoleón Barrientos

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Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

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David Barrientos

El avance en gran parte del mundo por el desarrollo acelerado de la tecnología se despliega a una velocidad a la cual no tendremos la posibilidad de subirnos muchos seres humanos. La globalización es una espada de doble filo que genera ventajas y desventajas; en otras palabras, oportunidades y desafíos. Ante tal circunstancia solo cabe insertarse en esta época a tal dinámica y enfrentar los retos que representa la globalización; la que inició como un fenómeno económico impulsado por el avance de la ciencia y la tecnología, dirigido por la internacionalización de las empresas transnacionales, pero que a la fecha se ha convertido en un fenómeno que incluye las relaciones sociales, políticas, culturales, energéticas, medioambientales y demográficas, por nombrar solo algunas; en un contexto que se dan cambios inesperados o poco previstos, teniendo que ajustarse las agendas regionales, nacionales y locales para responder a los cambios en la aldea global, en tal virtud la interdependencia es una necesidad, no una condición.
La comunicación ahora es a través de la tecnología y transforma de manera viral las relaciones sociales, es por esta tecnología que el término de “aldea global” se hace una realidad; el espacio y el tiempo fueron superados por las redes sociales y nos absorbe la trivialidad planetaria y hace recapacitar a los seres humanos que pertenecemos a una sociedad global y que aunque este distante a otros semejantes, su conductas tienen efectos globales, o sea, existe unidad histórica, geopolítica, entre otros sanitaria, por eso se dice que si en oriente alguien se come un murciélago acá nos enfermamos; vivir aislado en nuestra propia aldea cada vez es más remoto, incluso imposible, vivimos en un mundo que es cada vez más interdependiente y uniforme.

El mundo empresarial establecido aún veía el teletrabajo como una frontera lejana. Los ciudadanos del mundo tampoco adoptábamos la idea de la telemedicina y menos aún de un aprendizaje académico de tiempo completo por medios virtuales. Pero el coronavirus dispuso otra cosa, y henos aquí, sorprendiéndonos mutuamente. Siempre se ha dicho que el cambio es lo único constante en la vida, sin embargo, la velocidad de ese cambio es lo que determina el crecimiento de una empresa, cabe parafrasear un fragmento de la columna del 28 de febrero recién pasado de Sergio Méndez: “Las empresas deberán ser ligeras de equipaje y no supeditarse a un territorio, permitiendo así liberar a su fuerza de trabajo”, nada más adaptado a la actual aldea global.

Luego de la crisis sanitaria de la que ojalá estemos saliendo, no podemos esperar o anhelar regresar al estado de las cosas antes de la misma crisis sanitaria, que aún no termina, esto sería un retroceso, los procesos acelerados llegaron para quedarse; aunque los cierres de fronteras, la paralización parcial del comercio y el control de la libre locomoción hayan sido una realidad y se halla interrumpido el proceso de globalización, existe una fuerza de relaciones en la aldea global que hará retomar el camino, soportados por el uso de la tecnología como un componente fundamental de la globalización.

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