Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

A medida que aumentan los casos de coronavirus y sus muertes, de su mano aumentan los casos de violencia doméstica y social. Primero se tildó de ello a las medidas de distanciamiento social, distanciamiento que muy pocos han cumplido como se debía; pero lo cierto es que la pandemia del Covid-19 obligó a un acercamiento intrafamiliar y social de nuevo tipo, acompañado de un desbarajuste económico y político que ya venía también dándose. Conclusión: en una sociedad tan desigual y de falta de equidad en todos los aspectos fundamentales de la vida, dejar a sus individuos atrapados y en manos de sus abusadores políticos, líderes, familiares y amigos, propicia aumento de víctimas.

Por supuesto que en un inicio (primeros seis u ocho meses) el gobierno cifras en mano, pudo jactarse de un disminución de la delincuencia común y de otro tipo, aunque nunca de la política. Pero seamos honestos, esas cifras de reducción ocultaban las tasas de violencia especialmente las de género, que no habían disminuido, sino que en la realidad lo que estaba sucediendo era que las víctimas no podían conectarse de manera segura con el apoyo social y familiar adecuado o con los servicios institucionales y obviamente al debilitarse las medidas, y acumularse el impacto social y económico de la Covid-19, resalta la verdadera situación. Es decir, aunque las restricciones de movilización se han levantado bastante, la pandemia y sus efectos sociales y económicos aumentan y suman a la ya de por sí deteriorada situación política social y económica llena de injusticias e inequidades. Por consiguiente el SARSCoV-2 no solo ha venido a causar enfermedad y muerte y lo seguirá haciendo, sino que ha reforzado verdades importantes que el político quiere esconder: las desigualdades relacionadas con los determinantes sociales de la salud y el bienestar se magnifican (desnutrición, dengue, enfermedad mental, secuestros, asesinatos, robos) al igual que la corrupción política y refugiarse en un lugar como el hogar no resulta tampoco seguro (violencia intrafamiliar, desempleo, falta de recreación, alcoholismo, restringen). Mujeres y hombres experimentan violencia ya sea dentro de la familia o en su ambiente social, laboral o público. De escándalo: niños y jóvenes especialmente mujeres, de todas las razas, culturas, géneros, orientaciones sexuales, clases socioeconómicas y religiones, la experimenta cada vez más concluyendo en Muerte. La violencia en el vecindario y la falta de cuidado infantil seguro y estable y apoyo social ha empeorado y aunque se ceba más en clases pobres, las garitas de las colonias no son ya seguras tampoco.

Es y resulta evidente que no se puede abordar la violencia de ningún tipo, sin abordar también los factores políticos (clara evidencia de corrupción dentro de la justicia y de robos en todas las instancias políticas) sociales (derechos sin obligaciones y responsabilidad), especialmente en el contexto de una pandemia que está causando cambios socio-económicos también y aumento de la pobreza en todos sus aspectos (salud, educación, economía). Estrés en el hogar, en el lugar de trabajo, en las calles y lugares públicos; una lista de no acabar. Una vida en que las emociones diarias son más negativas que positivas, los discursos y vivencias no coinciden, señal de degradación política y social.

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