Samuel Flores

Periodista, fotógrafo y catedrático universitario, interesado en la recuperación de la memoria histórica del periodismo en Guatemala. Comprometido con la formación académica de la juventud mediante la investigación, verdad y justicia. Opositor a la corrupción, despilfarro y excesos cometidos por los gobernantes y funcionarios que se han enriquecido a base de la pobreza extrema de la población principalmente en el área rural.

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Samuel Flores

El martes 10 de febrero 1998, fue ejecutado el privado de libertad Manuel Martínez Coronado. Sentenciado a muerte por haber asesinado a Juan Arias Bautista, su compañera de hogar Rosa Miguel, Emilia Arias, sus hijas Francisca, Jovita, Arnoldo y Aníbal. Todos de apellidos Arias Miguel.

En su última declaración, Martínez Coronado confesó haber masacrado a filo de machete a los 7 miembros de la familia por escrituras intestadas de una propiedad. Ese 16 de mayo 1995, el gobernante Álvaro Arzú, (1996-1999); le negó el indulto al condenado a la pena capital.

En una excelente coordinación con una edición especial coordinada por el licenciado Gonzalo Marroquín; la noche anterior viajamos con el fotógrafo Estuardo Roche, hacia La Comunidad de El Palmar, Quezaltepeque, Chiquimula, para redactar a los lectores cómo la familia del ejecutado vivió la transmisión: vía radio.

Cuando llamé al jefe de cierre, Mario Recinos, me informó que el editor general de la redacción ordenó que nosotros cubriéramos la llegada del féretro a la comunidad de El Palmar. Y sí -esperamos la llegada de la carroza fúnebre- que fue trasladada desde el módulo letal ubicado en la granja penal Pavón, Fraijanes.

No había internet, las fotos las tomó Roche con negativos a color 400 ASA. Teníamos que cubrir esa noticia y luego regresar a la capital (190 kilómetros desde esa comunidad hasta la Redacción, para revelar los rollos cuyo proceso C-41 requería 41 minutos, y que su servidor redactara la nota). Recuerdo que a las 19:00 horas yo manejaba el carro y le sugerí a Roche que se sujetara el cinturón y se agarrara de los soportes pues yo conduje a una velocidad promedio de 160 kilómetros por hora. Hicimos como dos horas y media de viaje desde esa comunidad hacia a la capital, ingresamos a la Redacción a las 21:00.

Ese día el señor director Editorial Gonzalo Marroquín, planificó dos portadas: una con noticias del día, y otra con el “capuchón”, que contenía un suplemento “especial”. La excelente narrativa de esa ejecución. Fue increíble, en verdad ese equipo de redacción que participamos en esa cobertura fue encabezado por Gonzalo; luego la “reinita” Oneida Najarro, Elder Interiano, Erick Campos, Alberto Ramírez, su servidor, Mario Recinos, mi apreciable colega Conrado Monroy y sin faltar mi colega de toda la vida César Quiñónez, “checha”. La foto de portada de mi respetable periodista Roberto Martínez. Un excelente equipo de periodistas que Gonzalo nos contrató para que siempre le publicáramos a los lectores la mejor redacción, la “mejor fotografía”, la “foto” en sus frases. Nos pagaba bien, teníamos 16 sueldos, fama, experiencia, calidad periodística capaz de competir contra Corporación de Noticias, La Hora, Nuestro Diario y otros medios. En verdad, fueron experiencias geniales que vivíamos todos los días como periodistas con vocación. Recuerdo muy bien que Estuardo Pinto, “tati”, William Meoño, el “Shory” Elías Salazar, Juan Carlos Torres, (hijo), Luis Ismatul, mi maestro de fotografía Raulito Meoño, Tulio Juárez, Jorge Mazariegos, todos en NUESTRO DIARIO, producían excelentes noticias. Un reto en verdad. Era competencia sana, “crítica” constructiva, no maliciosa. Ese fue el éxito del señor director Editorial, Gonzalo Marroquín, que desde 1996-2010 dirigió la Redacción de Prensa Libre.

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