Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

A fines de octubre de 1979, Julio Segura Trujillo, a la sazón Secretario General de Planificación Económica del gobierno guatemalteco, convocó a mi padre a una reunión estrictamente privada. Por sus contactos, Julio sabía que yo había sido amenazado de muerte por el Ejército Secreto Anticomunista y que sería uno de los primeros en ser asesinado en el baño de sangre que sufrió la Universidad de San Carlos de Guatemala en 1980. Le urgió Julio a mi padre mi salida del país, agregando que podía conseguirme una beca para una estancia en Washington D.C. Mi padre y Julio mantenían una relación de afecto y amistad pese a que sus caminos políticos e ideológicos se habían bifurcado tiempo atrás. Le agradecí a Julio y siempre le agradeceré, su ofrecimiento que de buena fe solidaria me estaba haciendo. Le dije a mi padre que un militante comunista no podía irse becado por el gobierno a Estados Unidos. Un año después ambos habían sido asesinados por la dictadura militar guatemalteca.

La ejecución de Julio sucedió el 13 de septiembre de 1980 mientras agarrado de la mano de su pequeña hija había salido del auto blindado en que se conducía y miraban un aparador en un centro comercial. Su hijita le había pedido ese sábado un suéter y el solícito padre había accedido a regalárselo. Ese momento de descuido fue aprovechado por los sicarios de la dictadura para acribillarlo a balazos mientras la niña huía despavorida del estruendo de la metralla. Súbitamente aquella niña tuvo que convertirse en una suerte de adulta jefa de familia y hacerle frente a las inclemencias de la vida. Se convirtió en una excelsa maestra de francés, obtuvo dos maestrías con becas del gobierno de Francia, viajó 12 veces a ese país a especializarse en enseñanza del francés, ganó concursos y premios otorgados por el Estado de Francia, organizó 10 Festivales de la Francofonía, le enseñó el idioma a unos 20 mil estudiantes y le cambió la vida a decenas de ellos, porque con su adiestramiento los hizo ganar becas para irse a estudiar a la patria de Víctor Hugo. Con absoluta justicia, este jueves 4 de febrero, Francia le otorgará a Rocío dos condecoraciones, la Legión de Honor y las Palmas Académicas en el grado de Caballero. Desde 1929, Francia ha honrado a 37 guatemaltecos con la Legión de Honor y a 31 más con las Palmas Académicas. Rocío Segura es la única guatemalteca que ha sido honrada con ambas condecoraciones.

Como amigo de Rocío me siento profundamente orgulloso de ella. Es honrada en un momento en que su centro de trabajo, el Centro de Aprendizaje en Lenguas Extranjeras de la USAC (CALUSAC) se encuentra en precariedad total y sus docentes han pasado meses sin recibir salario. Cuando esa tragedia laboral es vista omisamente y nos hace pensar en el aforismo de que nadie es profeta en su tierra. Aprovecho también para extender mis congratulaciones a su mamá y hermana, también a su hija Valentina y a su esposo, otro héroe de la cultura y gran compositor, Fernando Scheel.

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