Creemos que es sagrado el derecho a la actividad económica pero también en que si queremos mantenerla tenemos que ser los primeros en promover el respeto a las medidas existentes. Foto La Hora/José Orozco

Ayer se planteó el reclamo de los inquilinos de los mercados por sentir que ellos están siendo tratados con raseros distintos a los otros comercios puesto que se limita su horario de operación, cosa que no ocurre con los centros comerciales, según la queja. Creemos que desde el punto de vista puramente económico y del derecho a operar en el comercio tienen razón, pero es obvio que desde el punto de vista sanitario se trata de cuestiones diferentes y es ese el tema que está en juego porque lo que se busca es contener el aumento de contagios que puede provocar el colapso de nuestro débil sistema hospitalario.

En la mayoría de mercados no se han podido establecer mecanismos de distanciamiento social ni se ha asegurado el uso obligatorio de una mascarilla portada como debe ser, es decir que cubra nariz y boca adecuadamente. Hay infinidad de publicaciones en las que se observa la aglomeración en muchos de los mercados y se nota, también, que ni vendedores ni compradores cumplen con el requisito de usar mascarilla en lugares públicos.

Creemos que es sagrado el derecho a la actividad económica de la que dependen miles de familias, pero también creemos en la responsabilidad social y que si queremos mantener nuestra propia actividad económica tenemos que ser los primeros en promover el respeto a las medidas de prevención existentes y eso significa forzar al distanciamiento social, cosa muy difícil en nuestros mercados cantonales y de barrio, y el uso de mascarilla, cosa que es absolutamente posible porque se trata del más efectivo medio de prevención y el más fácil de utilizar, pero aún así hay gente que se resiste a su uso.

Siempre hemos dicho que no existen libertades absolutas y que cada una tiene límites en cuanto pueda afectar derechos de otras personas. Y esta situación es cabalmente el reflejo de ello. Por supuesto que el ideal sería no limitar el horario de operación, pero sí controlar el flujo de personas en los mercados, pero cuesta imaginar que ese objetivo se pueda lograr aún con presencia de autoridades que estuvieran regulando los ingresos. Menos horas de operación se traducen en menos tiempo para propiciar contagios y tal ha sido, sin duda la lógica de las autoridades de salud.

El tema nos lleva a insistir, por enésima vez, en la responsabilidad que cada individuo tiene no sólo para protegerse él con mascarilla, sino sobre todo para proteger a los demás. El desorden y el relajo más el uso descuidado de la mascarilla son factor preocupante.

Redacción La Hora

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