Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

El FBI ha lanzado una grave advertencia a los norteamericanos porque tiene información de que se están planeando ataques como el del pasado día 6 contra el Capitolio, para ser realizados en los Capitolios de los 50 Estados de la Unión Americana y las investigaciones muestran que se trata de preparativos enormes que pretenden sembrar el terror y la zozobra durante los últimos días de la administración de Trump. En otras palabras, aquella idea expresada tanto aquí como en varios comentarios, respecto al inicio de una nueva guerra civil en ese país no fue tan descabellada como pudieron pensar los ilusos que creyeron en la fortaleza del sistema democrático, que tambalea seriamente por los ataques orquestados y alentados desde la misma Casa Blanca.

El tema de los populismos extremistas en democracias donde los políticos han fallado en cumplir con su deber de ocuparse y preocuparse por las necesidades e intereses de los pueblos es algo que debe preocuparnos a nosotros, porque así como en Estados Unidos un advenedizo perverso, como Donald Trump, logró imponerse a la maquinaria tradicional del partido Republicano y derrotó a un partido Demócrata que postuló a Hillary Clinton, identificada con esa política tradicional que le da la espalda a los ciudadanos, nosotros podemos ver surgir en este período algo similar, con algún esperpento que enarbolando la bandera del populismo pueda asegurar suficientes votos como para imponer un modelo disociador muy parecido al que implementó, con tanto éxito, Donald Trump.

Y el populismo se expande por el mundo por el fracaso de los partidos políticos tradicionales que se terminan concentrando en atender a sus financistas en vez de atender las necesidades de la gente. Fenómenos como el de Trump, Bolsonaro, López Obrador, Chávez y el mismo Putin se irán replicando en el mundo porque cada día es mayor el divorcio entre la clase política y la población que se encandila con alguien que tiene el buen discurso para presentarse como la salvación frente a los desmadres.

Aquí estamos sembrando a toda velocidad muchos vientos y seguramente nos esperan grandes tempestades y los veremos en el rostro de algún Neto Bran o de alguien que, enarbolando la bandera de los más pobres y marginados, le dé fuerza a un movimiento nuevo que venga a sacudir el ambiente político nacional.

Trump nunca hubiera llegado al poder si los partidos tradicionales cumplen su verdadera función de ser los instrumentos de la participación popular. En cambio, todas las campañas, desde la del Presidente hasta la del último de los concejales en los pequeños condados, dependen básicamente del dinero de financistas que los compran desde antes de llegar al puesto para que les sirvan a ellos en su afán de acumular más riquezas.

El deterioro de la democracia en Estados Unidos no es culpa de Trump. Al contrario Trump es resultado de ese deterioro y el remedio resultó peor que la enfermedad, como nos va a pasar a nosotros en cuanto empecemos a escuchar el canto de sirena que vendrá, sin duda para la próxima elección.

Artículo anteriorA pesar de tanto que hay en GT, la elección del CANG nos ocupa
Artículo siguienteLarga espera