En muchos países del mundo, incluyendo varios de los que pertenecen al llamado Tercer Mundo, ya se está aplicando la vacunación para inmunizar al menos a los más vulnerables frente al virus del Covid-19, pero en Guatemala aún estamos en proceso de trámites burocráticos para colocar el dinero que se necesita para formalizar los pedidos y nos dicen que en febrero podría estar llegando esa ansiada vacuna que, hay que decirlo, no inmunizará inmediatamente luego de aplicada la primera dosis.
Y esta larga espera, que aunque suene a cacofonía era de esperar si entendemos cómo se administra el país, tenemos que aguantarla mientras vemos cómo se dispara el número de casos, al menos cuando se puede informar de su avance y no como este fin de semana en el que el sistema “estuvo en mantenimiento” y de más de mil casos diarios el número bajó abruptamente a 172, lo que hasta el mismo Presidente vio como un espejismo porque él entiende que la situación va de mal en peor, tanto así que ayer dijo que todas las opciones, incluyendo el cierre del país con todo y sus efectos devastadores sobre la economía, están sobre la mesa.
Debemos reconocer que ha habido un impresionante cambio de actitud entre la población que evidentemente bajó la guardia y tras el cansancio de los meses que se ha tenido que restringir en su actividad diaria, durante el mes de diciembre se relajó lo suficiente como para generar una mayor propagación de los contagios y estamos en riesgo serio de que se vaya a sobresaturar todo el sistema hospitalario y volvamos a tener parte de los problemas que se encararon en los primeros meses de la pandemia.
La vacuna es esperada con ansía por la mayoría de la población y es preciso que su adquisición se haga de manera transparente porque sería inhumano que alguien haga negocio con esas compras, pero también que se pueda aplicar con toda agilidad una vez adquirida. Hay, por supuesto, campañas de desinformación provenientes de quienes desde siempre han sido enemigos de todo tipo de vacunas y ahora alegan que ésta se elaboró en muy poco tiempo, sin pruebas suficientes y que puede tener consecuencias muy serias. En este mundo donde se ha impuesto la llamada post verdad, las teorías de conspiración proliferan y se expanden por las redes sociales creando confusión y envenenando la mente de muchas personas que creen sin chistar todo lo que les llega a través de esos modernos medios de “información” que, probado está, son también medios de propaganda fascista.