Carlos Figueroa Ibarra
Un saldo del tránsito de la dictadura militar a la democracia neoliberal en Guatemala, es la reaparición de la figura del preso político. Como es harto sabido, a partir de marzo de1966 cuando fueron desaparecidos 28 opositores (en realidad fueron 35) por el gobierno de Peralta Azurdia, los presos políticos fueron sucedidos por los detenidos-desaparecidos. Antes, las dictaduras unipersonales y luego las dictaduras militares, encarcelaban o aplicaban “la ley fuga” si querían efectuar la ejecución extrajudicial de algún opositor. A partir de 1966, de manera creciente ser preso político implicó gran fortuna porque la mayoría de opositores y subversivos (los que con gallardía subvertían el orden militar-oligárquico) eran secuestrados, torturados y posteriormente ejecutados por el Estado guatemalteco. La firma de los Acuerdos de Paz y la emergencia de los gobiernos civiles fueron terminando con la desaparición por motivos políticos.
El Estado guatemalteco se fue transformando de dictadura militar a democracia neoliberal. Este es el régimen que hoy se vive en Guatemala. En este orden político, el ejército dejó de ser la columna vertebral del Estado y su lugar ha sido ocupado por un tinglado de intereses oligárquicos y de nuevos ricos, buena parte de ambos crecidos o generados por la corrupción. La democracia liberal y representativa se ha convertido en el mecanismo de reproducción ampliada de la acumulación neoliberal y cleptocrática. Ideológicamente este nuevo orden -llamado “pacto de corruptos”-, tiene fuertes atavismos anticomunistas ahora exacerbados por el auge progresista en Latinoamérica. La derecha en Guatemala es predominantemente ultraderechista y vinculada a los mecanismos de corrupción que hacen del Estado guatemalteco algo muy cercano al Estado fallido.
En mi opinión esto explica el sentido actual de la represión que hoy ejerce el orden neoliberal en Guatemala. El terror contrainsurgente anticomunista ha sido sucedido por la violencia que cobija la acumulación neoliberal y particularmente la acumulación por desposesión que necesita el extractivismo. Ideológicamente esta violencia neoliberal tiene atavismos anticomunistas y es ejercida por una clase dominante construida alrededor del oscurantismo, el racismo y a partir de la segunda década del siglo XX en el anticomunismo. Hay también revanchismo en el anticomunismo guatemalteco, producto de las victorias obtenidas en el marco de la justicia transicional.
Por ello considero que entre los presos políticos que existen en Guatemala (la mayor parte de ellos luchadores antiextractivistas) existen dos figuras representativas de las dos afiladas espadas de la represión (voracidad neoliberal y anticomunismo). Uno de ellos es Bernardo Caal Xol, firme opositor a la construcción de una hidroeléctrica en los ríos Cahabón y Oxec y el Comandante César Montes, figura histórica del movimiento insurgente guatemalteco. En el momento actual pueden diferenciarse dos tipos de derecha: la derecha neoliberal y su variante extrema, la ultraderecha de rasgos neofascistas. Por razones históricas que incluyen al expoliador y racista orden colonial, al autoritarismo oligárquico-liberal y al oscurantismo oligárquico-anticomunista que le sucedió, en Guatemala ambas derechas están profundamente entrelazadas y ahora galvanizadas por la corrupción. Este es el régimen que hoy busca castigar ejemplarmente a Bernardo Caal Xol y a César Montes.