Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Ayer el vicepresidente Guillermo Castillo volvió a criticar al presidente Alejandro Giammattei cuando, refiriéndose a los famosos cambios de gabinete que anunciaron pomposa y conjuntamente en aquella célebre aparición televisada y que van a cuentagotas, dijo molesto que “son cambios para que nada cambie” en lo cual lleva mucho de razón. Pero es importante entender que él está molesto porque se dio cuenta que simplemente fue utilizado para apachar un clavo sin que existiera la menor intención de darle su lugar y terminar con el divorcio que se viene dando desde hace ya tantos meses.

Cuando el Vicepresidente aceptó salir con el Presidente debió saber que Giammattei estaba con el agua al cuello por el duro informe de la comisión enviada por la OEA para atender el llamado del gobernante al invocar la Carta Democrática porque, según él, estaba siendo víctima de una conspiración para dar un golpe de Estado. Y los de la Organización de Estados Americanos se tuvieron que dar cuenta no sólo de que no había tal intento de dar un golpe, sino que el gobierno, con el legislativo y el resto del aparato estatal, estaban creando condiciones para justificar el enorme descontento popular que había en el país. Y para atajar el grave efecto del informe, se dispuso llamar al Vice para, conjuntamente, anunciar un supuesto golpe de timón que partía de cambios en el gabinete y la desaparición del Centro de Gobierno.

Los ministros principales siguen firmes en sus puestos, incluyendo al de Gobernación, y la disolución del Centro de Gobierno se tradujo en el traslado de las piezas de más confianza de Miguel Martínez a puestos influyentes dentro del equipo cercano del mandatario. En otras palabras, a Castillo le supieron tomar el pelo y él cayó de papo al creer que lo que estaba diciendo en la cadena de televisión era realmente el principio de un cambio en el que él tendría el lugar que le corresponde por mandato constitucional y que le había sido arrebatado.

Yo, personalmente, desde que vi el rostro empurrado de Giammattei ese día y que lo tuvieron que regresar para que dijera lo del Centro de Gobierno, no me tragué que había cambio alguno y entendí que era una maniobra para calmar las aguas y ganar tiempo. Ignoro cómo fue el encuentro de ambos y lo que hablaron antes de hacer el anuncio, pero en la aparición pública hubo suficientes gestos y actitudes como para entender que Giammattei estaba de verdad a regañadientes haciendo esa comparecencia pública.

Y lo que tenía que pasar pasó, puesto que ayer vimos al Vice quejándose de que no ha sido tomado en cuenta para realizar esos cambios, como tampoco fue tomado en cuenta para el tema presupuestario porque todo se arregló tras bambalinas para que los acuerdos con los dipucacos se pudieran cumplir a la hora del reparto del pastel. Creo que sólo el Vicepresidente pudo pensar que las cosas iban a cambiar, sabiendo los compromisos asumidos y la extraordinaria codependencia que hay entre el Presidente y los diputados que aprobaron el presupuesto y que, con él, conforman el nuevo Pacto de Corruptos.

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