Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

El espionaje está de moda o por lo menos ocupa titulares.  No es novedad, pero los medios nos recuerdan la importancia que le dan los Estados al secuestro de información.  Que si China, Rusia, Corea del Norte, Irán… hay trama por todas partes, menos, claro está, entre los europeos y los Estados Unidos.
Tal parece que Francia y Alemania, por ejemplo, son poco menos que monjas de la caridad.  Ellos no roban información, más bien son blanco de los espías rusos y chinos que los agobian con su camarilla organizada, miembros de la inteligencia de esos países delincuentes.  Lo mismo les sucede, o peor aún con su victimización, a los Estados Unidos e Israel siempre sufriendo el acoso de los “bad hombres”.
Los hechos demuestran que hay efervescencia en las redes de espionaje.  Es el caso ilustrativo del reciente ataque informático sufrido por los Estados Unidos.  Sabemos muy poco de ello, solo lo que nos quieren decir los políticos, en este caso las huellas masivas que apuntan hacia Rusia.  Poco conocemos de la magnitud del ciberataque: el tiempo de la transgresión, los blancos exactos y la cantidad de datos robados.  El tema causa preocupación.
El mercado que no pierde oportunidad novela esos dramas.  Así, al tiempo que ha celebrado la imaginación inagotable de John Le Carré, ha lamentado contemporáneamente su muerte.  Circunstancias que revelan la actualidad del género de espías en la que han destacado también, Frederick Forsyth, Phillip Kerr, Graham Greene y Robert Ludlum, entre otros escritores.
La prensa, además, inmortaliza en sus crónicas la vida de algunos agentes conspicuos.  Ha sido el caso reciente del contenido inspirado en el doble agente británico, George Blake, de quien se dice reveló a la KGB la identidad de centenares de espías occidentales.  Esas biografías “venden”, por su morbo y fascinación, pero particularmente advierten la importancia ofrecida por los gobiernos a la información militar, científica y política.
Esos afanes exceden lo profano.  Hace unos meses, para citar un caso, se supo que el cardenal Giovanni Becciu pagó 600 mil euros a Cecilia Marogna, de 39 años, a cambio de supuestos servicios de inteligencia.  Se dice que el purpurado, ahora caído en desgracia, utilizó dinero de la Secretaría de Estado supuestamente para liberar a los sacerdotes y monjas secuestrados en territorio difícil.  Hay material para novelar las fantasías del colegio cardenalicio Vaticano.
En suma, el espionaje está en boga y nos toca, cómo no, en América Latina.  Hay expulsión de espías en Colombia y Maduro, en Venezuela, dice desarticular redes golpistas contra su gobierno.  Más allá del realismo mágico de nuestro contexto particular, una cosa es segura: el gran hermano nos observa y hay que cuidarnos.  Hay espías por todas partes, cuidémonos y no seamos tan complacientes.

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