Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Cada fin de año me gusta dedicar algunos minutos (por lo menos) para agradecer todo aquello que he tenido la fortuna de disfrutar durante los 365 días que, como todo en esta vida, poco a poco van alcanzando su final inexorable. El final de un año es al mismo tiempo, sin embargo, el inicio de un nuevo ciclo, un nuevo cúmulo de proyectos y deseos que aunque no siempre pueden verse cristalizados (a decir verdad), a veces sirven de impulso para otros tantos que seguramente están esperando por nosotros en algún sitio. Sueños que, sin duda, esperan para ser soñados y alcanzados con tesón y esfuerzo. Ciertamente, al 2020 aún le quedan unos días para despedirse, pero precisamente por ello, es un momento justo para ver en retrospectiva todo aquello que hemos podido disfrutar, aquello que hemos vivido y aquellas metas que probablemente hemos alcanzado a pesar de las circunstancias atípicas de los días que corren, de los momentos difíciles y de los vientos en contra que a veces experimentamos. Y si nos ha ido mal (que también es posible), bueno es considerar que siempre existe alguien que pudo haberla estado pasando peor que nosotros. En lo personal, quiero agradecer por la vida; por la familia; por los amigos; por el trabajo; por la comida que he tenido la fortuna de poner sobre mi mesa; por el café que tanto disfruto y que nunca me ha faltado en las mañanas; por lo libros y las buenas charlas que pueden cambiar el aspecto de los días; por las tardes de sol y las noches estrelladas; por los compañeros de trabajo, de academia y de proyectos; por los que están con nosotros y por los que ya se han adelantado en el camino; por los ojos que nos hacen soñar y por las esperanzas que nunca mueren… Por todo… El fin de año es asimismo aunque suene trillado, un buen momento para pensar en el desposeído, en el que no podrá llevar la cena a casa esta Noche Buena; en el que pasará los últimos días del año despidiendo a un ser querido; en el que no tendrá un hogar al que regresar al terminar la jornada; en el niño que sólo soñará con abrir algún regalo cuando muchos lo estén haciendo; en la madre que implorará por que su niño no se muera por la desnutrición y por tantos que no la pasarán como nosotros… Siempre existe alguien a quien la vida, las circunstancias (o lo que sea) favorecen menos que a nosotros. Por eso es bueno agradecer, de corazón. Muchas gracias por el tiempo que usted, estimados lector y lectora, tienen la gentileza de dedicarle a estas sencillas líneas de texto. Y muchas gracias a Diario La Hora por este espacio del que puedo disponer cada semana desde hace varios años para que coincidamos de alguna manera en estas páginas. Muchas gracias, de verdad. ¡Y felices fiestas de fin de año!

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