Carlos Rolando Yax Medrano
Todas las sociedades, más o menos avanzadas, se encuentran en un constante estado de reclamación de mejores condiciones de vida, tanto en el ámbito social como el económico. Sin embargo, para que ocurran primero deben alcanzarse mejores condiciones en el ámbito político. El medio que permite alcanzarlas es el gobierno. Por lo tanto, los esfuerzos deben concentrarse en la democracia política. Una vez que los ciudadanos puedan incidir en la administración del Estado y sus políticas, podrán mejorar las condiciones de vida que reclaman.
La democracia liberal o representativa es la materialización de la primera intención moderna de los ciudadanos para incidir en el ámbito político y mejorar los ámbitos social y económico. Consiste en la articulación de la voluntad popular a través de instituciones políticas del republicanismo y el liberalismo. Ante una institución que puede instrumentalizarse para ser omnipotente y omnipresente -el Estado- los dos objetivos primordiales son el control al poder y la legalidad. Si se controla el poder que se puede ejercer, el Estado provee más beneficios que perjuicios a los ciudadanos y su existencia es provechosa para el interés general. Para controlarlo se establecen acuerdos entre todas las partes que integran la sociedad que deben ser respetados, de lo contrario los beneficios son obtenidos solo para el interés particular en detrimento del general.
La propuesta política de la democracia liberal para incidir en la administración del Estado y sus políticas se basa en algunos principios, que procuran hacer accesible la operacionalización de los acuerdos de las partes que integran la sociedad. Uno de ellos es la representación política. Los ciudadanos son los titulares del poder político, quienes para fines prácticos transfieren el ejercicio del poder a otras personas por medio del voto. Sin embargo, con el tiempo las personas a quienes los titulares del poder han elegido para transferirles la capacidad de ejercicio, se han alejado cada vez más de la consecución de los intereses generales y, por lo tanto, de las transformaciones de las condiciones sociales y económicas que exige el cuerpo político.
Los representantes han hecho caso omiso de las funciones que deben cumplir al ser electos como las personas en quienes se deposita el ejercicio del poder. Se han adjudicado el ejercicio del poder de otras personas, como si también fueran los titulares. Se han aprovechado de las ventajas que tal situación presenta y han sacado provecho para sí mismos del trabajo que sostienen todos. Han hecho del pacto social, del medio para satisfacer el interés general, el medio para satisfacer los intereses particulares.
Los ciudadanos, en consecuencia, se han mostrado inconformes con sus representantes. Pero, en tanto la mirada se enfoque solo en los representantes, se dejarán fuera de la imagen los problemas de la representación. El pecado original es la forma por la cual se efectúa la transferencia del ejercicio, de los titulares del poder político a los representantes. Delegar el poder no significa dejarlo absolutamente en manos de los representantes. El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Por lo tanto, se debe diseñar un sistema electoral que procure la participación de los ciudadanos en la discusión de los asuntos públicos y en la toma de decisiones de interés general.
Se deben exigir las renuncias de los representantes corruptos, pero son inútiles si en su lugar solo llegarán otros representantes más corruptos. Se debe trabajar por reformas que permitan que la ciudadanía trascienda del voto para tener un rol activo en la política y alcanzar mejores condiciones sociales y económicas.