Dra. Ana Cristina Morales Modenesi.
Uno de los regalos más preciados que cualquier persona puede recibir es el de la amistad. El hecho de tener personas a quienes, de manera genuina, les importa lo que en su vida suceda, que se manifiesten con solidaridad y sean capaces de llorar y reír con la otra, acompañándolas en el viaje de la existencia.
La amistad es un acto recíproco de dar y recibir y de aprender. También, un acto de aceptación, en donde emprendemos el conocimiento de nosotros mismos, y de a quienes amamos, con respeto a las diferencias existentes. Hay amistades que nacen desde muy tempranas edades y se fortifican con el tiempo.
Es indiscutible que el respeto es un elemento indispensable para la sobrevivencia de una amistad. Así, como la empatía, la valorización que cada quién hace de esta, y de la persona en sí, con quién se ha decidido compartir historias de vida.
No considero que existan los mejores amigos, o los amigos a medias. La amistad se establece de una forma madura, debido a que es una elección personal. Y se es amigo de alguien, o simple, no se es.
Un amigo, aún con la distancia se siente, nos alegra y nos importa. La amistad, no necesita palabras, con pequeñas acciones y pequeños detalles. Nos es fuente de honor y nos proporciona alegría.
Hay hechos realizados por los amigos que se constituyen en invaluables, inmemorables. Muchas veces, los amigos actúan de manera majestuosa y nos proporcionan seguridad, paz y cordura en la vida.
Nuestros amigos buscan comprendernos, nos prestan su escucha de manera paciente. Aunque, digamos disparates, aunque repitamos las cosas una y otra vez. Pero este acto de hablar de los eventos y expresarlos de una forma y con ciertas variaciones, no ayuda a clarificar nuestra mente y a la toma de decisiones.
Por lo anterior, es de considerar que uno de los regalos más importantes que cualquier persona pueda llegar a tener, es el regalo de la amistad.