Vimos como el pueblo puede hacerlos recular cuando se manifiesta con determinación y desafía hasta la brutalidad de la fuerza pública y las mañosas acciones que ejecutan los mismos políticos. Foto La Hora

Hecha la ley, hecha la trampa. Así reza el dicho popular que, tristemente, se confirma en la vida real con demasiada frecuencia. Los integrantes de la Asamblea Constituyente que redactaron la actual Carta Magna pensaron en diseñar un mecanismo de reforma constitucional que preservara el espíritu de la Constitución que ellos hicieron para evitar que los populismos o perversidades ocasionales pudieran generar una reforma que destruyera el nuevo orden establecido. E hicieron una buena ley, una buena norma, pero la trampa estuvo en que los más deshonestos y pícaros vieron que en la política es donde está el dinero, llegando a copar todos los mal llamados partidos políticos y el Congreso, lo que les entregó a esos sinvergüenzas la importantísima llave de la puerta que cierra el camino a cualquier posibilidad de reforma que afecte los intereses del Pacto de Corruptos.

Las reglas de juego facultan al Congreso para reformar parte de la Constitución o para convocar a una Constituyente, pero sólo para modificar aquellos artículos expresamente señalados por la mayoría de diputados. Y de ajuste, en la elección únicamente pueden participar los partidos políticos legalmente reconocidos, lo que asegura que esos políticos tradicionales tienen garantizado llevar a su gente y convertirlos en diputados constituyentes. Y estamos hablando de esa misma mafia que ya conocemos todos los ciudadanos.

En otras palabras, para usar otro dicho popular, “estamos jodidos todos ustedes” porque simple y sencillamente no hay forma de depurar el sistema político y éste tiene asegurada su posición de fuerza para seguir imponiendo leyes que, como el último presupuesto aprobado, sirven para incrementar la cuota de dinero que cada largo se embolsa simplemente por haberse ganado un espacio para ocupar una curul en el Congreso sumándose al extenso Pacto de Corruptos.

Sin embargo, vimos cómo el pueblo puede hacerlos recular cuando se manifiesta con determinación y desafía hasta la brutalidad de la fuerza pública y las mañosas acciones que ejecutan los mismos políticos para crear incendios que sirven para “justificar” la represión al viejo estilo. Y es que si los políticos corruptos parecen imparables, debemos entender que únicamente lo son en la medida en que el pueblo, la sociedad, se desentiende del problema y los deja actuar. Pero si la gente se decide a ponerle coto al desenfreno y se planta, como lo hizo con el presupuesto que fue la gota que derramó el vaso, ya vimos que terminan dando el piojo porque es el pueblo el que, decidido, comprometido y convencido, resulta siendo realmente imparable.

Redacción La Hora

post author
Artículo anteriorSer Sandoval y la FECI en estos dorados tiempos
Artículo siguienteLa peregrinación a la Virgen de Guadalupe, en casa por COVID