Alfonso Mata
Luego de una serie de disturbios naturales y sociales que sufrimos en los últimos meses, es indudable que seguimos siendo testigos de la falta de efectividad de calidad jurídica en los que dictan y aplican la ley, al igual que la impunidad en que se mueve el transgresor y en ninguno de los sectores de nuestra sociedad, hemos logrado desenterrar o al menos controlar debidamente ni el aparecimiento de nuevas injusticias desigualdades y contradicciones, ni desterrar su ocurrencia y diversidad. En ello todos somos unos fracasados, enfrascados dentro de una vida diaria y cotidiana enmarcada en y dentro de un orden jurídico de incapacidad frente al problema de todo tipo de mal.
Seguimos sosteniendo un sistema legislador que asegura todo tipo de desigualdad e inequidad y lejano a la paz, generador pobrísimo de moral y ética y lleno de inconvenientes, asaltado por la corrupción.
Fomentamos un derecho público que en lugar de adaptarse a las condiciones y necesidades de una mayoría ciudadana, presta servicios totalmente irregulares y anómalos a entes y entidades esclavistas. Y de esa manera, lo que sucede a diario, informado y no informado en los medios, es una falta de participación teórica y práctica de las ciencias jurídicas en la obra de crear una verdadera ciudadanía libre responsable y pacífica. Pues el ejercicio de esta ciencia jurídica, carece de efectividad para la conformación de una realidad ciudadana como la ordena la Constitución, al ser usada y mangoneada esta ciencia y sus interlocutores, a favor de intereses privados y mezquinos y no nacionales, dejando congelado su verdadero accionar y sirviendo principalmente para mantener las relaciones de poder existentes y la lucha entre ellos. Hecho ejemplificado en estos momentos con lo que observamos entre presidencia y vicepresidencia: los mismos peleando entre ellos. Lo que viene a manifestarnos que, en nuestro medio, poder y derecho no constituyen una contradicción y que lo que hacen es unidos, prestar servicio al mismo grupo. De tal manera que el accionar jurídico y el derecho cómo poder ilegal, degeneran en violencia, en un derecho impotente y en farsa nacional.
Es necesario e imprescindible que como ciudadanos entendamos que la justicia y el derecho no pueden recibir su autoridad desde sí mismos sino sólo de la voluntad de los que lo necesitan y aplican y se atienen a él y de la indiferencia de los otros. Si no se entiende el derecho como relaciones entre grupos; si estos no participan y benefician dentro de un marco de legalidad, somos títeres de la justicia, pues un pueblo que ha regulado el problema de derecho y justicia bajo la aplicación de la violencia en lugar de su represión se trasforma en un pueblo cimarrón y aquellos pocos que se sienten obligados a esforzarse a luchar contra la represión de la violencia en todos sus campos, si bien sus esfuerzos son admirados, con ello aun no conducen a un plano de éxito. Tampoco podemos decir que se vaya imponiendo el establecimiento del orden de derecho ni en colaboración ni en coexistencia. La realidad es otra: una realidad de confrontación se alinea ante nosotros en todos los campos de la existencia para el 2021.