Marco Trejo
El anuncio presidencial de la disolución del Centro de Gobierno, dirigido por el ingeniero Miguel Martínez, no es la solución de la crisis política que vive Guatemala, ese es uno de los descontentos sociales que ha generado este gobierno, por la forma como ha sido manejada una institución que al final de cuentas duplicaba el trabajo de la vicepresidencia de la República.
La actitud mostrada en estos 10 meses del gobierno, presidido por Alejandro Giammattei, por parte del hasta ahora funcionario más poderoso del partido Vamos, llegó a su fin, tal como subió en la palestra; así ha terminado, sin pena y sin gloria. Este ente estatal, que dejó más sombras que luces, solamente fue un vehículo para que muchas personas engordaran sus billeteras, en época de pandemia.
Pero ahora toca la labor de la ciudadanía, esas mujeres y hombres que han salido a las calles a protestar por tanta corrupción que se vive en el país, somos catalogados como 4 países más corruptos en América Latina, una total vergüenza para un pueblo que es emprendedor, honrado y trabajador.
Esta es la oportunidad que se tiene, para no volverla a perder como se hizo en el 2015, para que los politiqueros entiendan que no son dueños del dinero de los impuestos, que los mismos deben servir para buscar desarrollo en muchas esferas, tener mejores hospitales, carreteras, educación y sobre todo que ningún niño muera como consecuencia de la desnutrición.
Necesitamos que se reformen varias leyes importantes para fortalecer la democracia: Ley Electoral de Partidos Políticos, Ley de Servicio Civil, Ley de Compras y Contrataciones del Estado, la forma como se manejan las Comisiones de Postulación para designar magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y de las Cortes de Apelaciones, en fin una ardua labor.
Pero algo que es muy importante es la segunda generación de reformas, las cuales quedaron omitidas, donde se introduce un sistema mixto de elección de diputados (el votante tendrá la posibilidad de votar por el candidato de su predilección), lo cual en este momento es imposible y convierte las elecciones en una imposición y no una elección. Al final y al cabo nos damos cuenta que llego el indeseable o el más corrupto, el familiar o el amigo del anterior gobierno.
Estas reformas se hacen necesarias si queremos tener otro tipo de funcionarios públicos, esos servidores públicos que gobiernen sin beneficiarse de la cosa pública, que sirvan sin esperar una comisión del 30 o del 40 por ciento por cada obra que adjudique. Esto es lo que debe cambiar, esto es lo que se debe presionar para que se realice en un corto plazo, no esperar que intentemos hacer las modificaciones en los próximos dos años.
Estamos viviendo en un Estado fallido, lo que pasa es que no nos ha llegado el telegrama donde nos dan la buena noticia. Este es el momento que tenemos de poder lograr cambios sustanciales en la forma de gobernar, no se debe seguir siendo complaciente con los mandatarios de turno y que hagan lo que les venga en gana.
Ayer (viernes), el ejecutivo del presidente Alejandro Giammattei cedió a las presiones sociales, pero el Legislativo queda como si nada, siendo allí donde se cocinaron los tamales que generaron un descontento masivo, que ha dejado dos sábados de manifestaciones, que degeneraron en disturbios callejeros y que dejan al descubierto las falencias que se vive como sociedad y un gobierno que no es tolerante para escuchar a los gobernados.
Sí desmayamos y volvemos a nuestros lugares de confort vamos a seguir lamentando no haber actuado como se debe actuar contra los politiqueros que creen que son dueños del país y se olvidan que han llegado a esos puestos por el voto ciudadano, por lo que se deben a una sociedad que está hastiada de tanta corrupción.