Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Resulta paradójico que quienes históricamente han detestado la democracia hoy convoquen la aplicación de la Carta Democrática Interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA). Ahora oligarcas y sus instrumentos políticos y militares acuerpados por el crimen organizado llaman a defender el “Estado de Derecho”, cuando han sido los eternos violadores de la democracia, de las garantías constitucionales y de los derechos humanos de millones de guatemaltecos y guatemaltecas y a su vez han sido responsables del terror, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y otros graves delitos de quienes realmente han defendido la democracia.

El gobierno de Giammattei y quienes le impusieron en el poder, pretenden esconder su fracaso con el falaz argumento del “rompimiento institucional producto del ataque a la democracia guatemalteca”. En realidad, el golpe a la democracia y el estado de derecho viene dando el gobierno mismo mediante el ejercicio del autoritarismo desde enero 2020. Para ponerse el disfraz democrático encuentran un aliado natural en el actual Secretario General de la OEA Luis Almagro. Conocido por prestarse como perfecto peón de las oligarquías latinoamericanas para garantizar el autoritarismo y la hegemonía plena de los capitales privados en los países de la región.

Al final de cuentas la eventual e inevitable renuncia de Giammattei será sin sentido sin el derrocamiento del sistema corrupto que lo impuso en el poder. Este es el verdadero proceso del cambio en Guatemala que pretenden frenar mediante un llamado al falso “dialogo” hecho por la OEA. La realidad historica reciente, la que nosotros y nosotras mismas construimos en 2015, nos recuerda que en un estado oligárquico, racista y represor la renuncia del servil -ser vil- de turno no resuelve el problema. Lo que nos urge a las y los guatemaltecos es la radical transformación del Estado; es decir necesitamos continuar la batalla con una agenda de dignificación de los pueblos indígenas, la del respeto a los derechos humanos, la de la protección social, la de la solidaridad. En términos de redes sociales #UnFuturoSinCACIF.

La ruta a seguir tiene paradas ineludibles, entre ellas la renuncia de Giammattei, su vicepresidente y su gabinete de ministros. Luego el escenario para la depuración del actual Congreso de la República y que este hecho de paso a la convocatoria de una Asamblea Constituyente del Poder Originario. La meta al final del camino, que en realidad deberá ser la manera de transitar por él, es la democracia, la organización popular, el ejercicio pleno de los derechos. Propiciar y fortalecer la articulación social es una tarea impostergable, pero además una tarea exclusivamente de naturaleza popular. Nunca la OEA podrá generar este escenario.

La convergencia de todas las fuerzas sociales en el país es la urgente necesidad hoy. El sentido crítico, la claridad que permea la rabia digna, la solidaridad y la esperanza serán nuestras armas más contundentes para desvelar falsos discursos de diálogos, de moderación y de polarización social. Forjaremos la Guatemala social y popular.

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