El deterioro institucional en Guatemala es absolutamente obvio y tiene una común explicación porque muchos funcionarios llegan a ver qué roban y jamás piensan en cómo cumplirle a los ciudadanos. Pero el caso de la Coordinadora Nacional Para la Reducción de Desastres es no sólo patético, sino además tiene trágicas consecuencias por la forma inútil en que se reacciona cuando sobrevienen fenómenos naturales, tan comunes en nuestro país colocado en un lugar denominado de alto riesgo, que demandarían respuestas inteligentes, sensatas y coordinadas para lograr reacciones preventivas de los habitantes.
Conred había mostrado algunos avances pero el gobierno de Jimmy Morales se encargó, como con todo, de prostituir a la institución y hacer que perdiera el norte y olvidara sus fines. Ya con la pandemia hasta se usó a Conred como centro de supuesto acopio de las donaciones, para diluir las pistas de a dónde fue el dinero, pero con Eta quedó demostrado que la Coordinadora no está dirigida ni por gente capaz ni tiene ya la mística de servicio que había alcanzado.
Y es esa mística de servicio lo que hay que recuperar a lo largo y ancho de la institucionalidad del país pero obviamente no es tal la visión que tienen las autoridades que siguen empeñadas en centrar todos los esfuerzos en la definitiva cooptación del sistema de justicia, hecho que se presenta como más urgente ahora que en Estados Unidos soplan vientos diferentes y los lobistas no tendrán el mismo eco ni se les abrirán de par en par las puertas que Trump les ofreció para desbaratar el esfuerzo nacional anticorrupción.
Cierto es que el gobierno local tiene un papel que jugar en la prevención y en el posterior control frente a desastres, pero tristemente allí también se enraizaron los mismos o hasta peores vicios, porque caciques locales se adueñan de las alcaldías y las utilizan como su caja chica para hacer negocios, tipo Medrano.
Sin una visión y liderazgo para establecer un sistema de alertas tempranas que realmente sea útil a la población que vive en los recónditos lugares donde estas tragedias se multiplican por la pobreza, cada vez que suframos una catástrofe será peor como se ha visto con Eta que agarró desprevenidos a tantos guatemaltecos, lo que se traduce en muerte y pérdidas irreparables.
El nuestro es un país doblemente vulnerable. Por un lado estamos ubicados en zona telúrica, volcánica y tormentosa, pero a ello hay que sumarle la pobreza de nuestra población y la precariedad de nuestra infraestructura, mezclas que se vuelven explosivas.