En medio de la Tormenta Eta y de la tormentosa elección en Estados Unidos, pasó casi inadvertida una información sobre la participación del presidente Giammattei en el Encuentro Interamericano realizado en Guatemala sobre “Transparencia, Innovación y Competitividad” en el que participaron contadores y auditores públicos de varios países y donde dijo que la corrupción “es la causante, por mucho, de los males enraizados que tenemos en nuestra sociedad”, apelando a que el conocimiento técnico de expertos en auditoría se convierte en herramienta para combatir ese flagelo que agobia y empobrece a nuestro país.
Primero hay que decir que tiene absoluta razón el mandatario con su aseveración y admitir que de alguna manera, mejores y más eficientes mecanismos de control y verificación del gasto podrían ayudar al sector público para ser menos opaco y turbio. Sin embargo, lo que no les contó el gobernante a los invitados que participaron virtualmente es que en Guatemala corremos riesgo de ir de mal en peor porque su gobierno, y él personalmente con un grupo de diputados que han pactado con su régimen, están trabajando intensamente para asegurar la captura del sector justicia para que no vuelva a vivirse una primavera como la que se dio cuando fueron destapados casos como La Línea, la Cooptación del Estado, las Comisiones Paralelas y el Financiamiento Electoral Ilícito, para citar apenas algunos de los que surgieron a partir del 2015.
Y podríamos tener los mejores mecanismos de control sugeridos por los mejores auditores del mundo, pero si hay impunidad no cabe la menor duda que el resultado será mayor corrupción porque esa certeza de la falta de castigo alienta a funcionarios y particulares a seguir operando suciamente en el manejo de los recursos del pueblo.
Si Giammattei reconoce que la corrupción es la causante, “por mucho” de los males enraizados que tenemos en nuestra sociedad, es entonces un pecado inexcusable hacer equipo con los que están empeñados en controlar a toda la justicia, empezando por la misma Corte de Constitucionalidad, para convertirla totalmente en sierva de la impunidad, eliminando los pocos vestigios que van quedando de objetividad e imparcialidad en el juicio de los casos.
Lo dicho por Giammattei, de no ser por Eta y por la elección en EUA, debió provocar una reacción de diversos sectores para exigirle que, estando tan claro de los efectos de la corrupción, se comprometa a velar porque podamos disponer de un sistema de justicia que asegure que cualquier ladrón tenga que ir a la cárcel en vez de ir a gastar sus millones enmaletados.