Juan José Narciso Chúa
La Usac organizó un homenaje para todas aquellas personas a quienes se les quitó su derecho más preciado: la vida, durante los años más turbulentos de la guerra, dentro de ellos se encontraban estudiantes, catedráticos, personal administrativo y personal operativo, que fueron asesinados o bien fueron desaparecidos.
Ese homenaje recoge muchos años de vida, diferentes esfuerzos que se volcaron para cambiar la realidad de nuestro país. Esa época fue parte de mi vida y me tocó vivirla directamente, por ello cuando supe de este homenaje que realizó el Rector Murphy Paiz, consistente en un monumento adosado con placas que contienen los nombres de la mayoría de caídos en esos años, me conmovió porque en ese período aciago vi como asesinaban o desaparecían a muchos amigos y compañeros de aula en la Usac, catedráticos, personal administrativo y también operativo.
Tengo entendido que dicho homenaje, es el resultado de una de las resoluciones de la CIDH, en donde participaron directamente, mi querida amiga Betty Florián y Jorge Arreaga, a quienes debemos la develación de este monumento a la memoria de tantos amigas y amigas que cayeron durante este período, cuando la Usac fue presa directa de ataque por parte del Ejército y la policía judicial que actuaban impunemente contra todo resquicio de oposición.
La Usac jugó su papel histórico en aquel momento, a partir de la presencia de gobiernos militares y dictatoriales que desarrollaron toda una estrategia de violaciones de los derechos humanos y actuaron dejando una secuela de dolor, tragedia y luto en familias completas, de muchos que hoy se encuentran todavía desaparecidos.
El reconocimiento que hace la actual rectoría del Ingeniero Murphy Paiz, no solo representa el legado a la memoria histórica de aquellos años oscuros, sino además representa un monumento que las actuales generaciones deben saber y comprender todo lo que ocurrió en aquellos cruentos años.
Este tributo a la memoria no sólo hace un homenaje a todos aquellos que murieron y que fueron desaparecidos, sino además hace un justo tributo a todos aquellos que sobrevivieron, a todos aquellos que tuvieron que salir al exilio, a todos aquellos del personal administrativo que también vivieron el pánico de sentirse perseguidos, de sentirse escuchados, de sentirse vivir bajo una presión de sombras que se sentían muy cerca.
Este homenaje a la memoria, me llevó a esos años, me llevó a grandes amigos y compañeros y compañeras que pagaron con su vida, una lucha que buscaba cambiar la historia de este país. El recuerdo de ellas y ellos hoy tiene un homenaje vivo en este tributo que llega para recrear esos años tan duros, esos momentos de temor permanente, ese dolor intenso con cada amiga o amigo que entraba en una espiral de sombras y terror.
Pero también este tributo, este homenaje, debe llegar a todos aquellos familiares que aún buscan a sus hijos, hijas, hermanos o padres desaparecidos o asesinados, es un homenaje a su vida, a su lucha, a sus ideales. Son de estas personas que nunca claudicaron, que siempre buscaron una mejor sociedad.
Ese homenaje y ese tributo, también es para la memoria de todos ellos, pero también constituye un faro de luz permanente para no dejar de luchar en otros planos, para seguir peleando en otras formas, para seguir planteando las ideas de cambio. El pensamiento crítico no puede ser silenciado. Oliverio Castañeada de León dejó para siempre aquella consigna inolvidable: “Mientras haya pueblo, habrá revolución”, no la olvidemos.