Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Hoy, sin importar el resultado, será un día que nunca olvidará en su vida. El país más poderoso del mundo va a las urnas cuando el mismo presidente, Donald Trump habla de fraude, de la necesidad de no contar los votos que los mismos republicanos dispusieron para ser contados luego de la elección (como en Pennsylvania, por ejemplo) y eso son tan solo dos ejemplos que el país del norte celebra elecciones en un ambiente de país de tercer mundo en el que no se sabe si se respetarán los resultados.
No solo es la elección más importante de la historia moderna por el estado de división, violencia, inequidad y racismo que se vive en Estados Unidos, sino porque se celebra en medio de una pandemia que tiene a los americanos como el pueblo del mundo más golpeado por el tema del COVID-19.
Para la posteridad quedan esas imágenes de negocios en Washington DC que protegen las fachadas de los inmuebles ante cualquier acto de violencia. Las agencias de seguridad en alerta máxima por reportes de posible violencia electoral en los centros de votación nos dicen mucho.
No crea que es un país que acaba de salir de su guerra civil y va a realizar elecciones “libres” por primera vez en décadas, estamos hablando de lo que se decía ser la democracia más avanzada del mundo y justamente hoy sabremos cómo reacciona la misma.
Donald Trump no se enfrenta esta vez a Hillary Clinton. La ex primera dama no conectó con el electorado porque ella generaba muchos anticuerpos, situación un tanto distinta con Joe Biden porque aunque muchos no lo reconocen cómo el mejor candidato, sí le valoran su historia de vida (incluidos muchos republicanos).
Una cosa es haber llegado al 3 de noviembre con “este virus de mierda” como dijo Messi y otra totalmente distinta haber llegado sin el COVID en la nuca, pero como le gusta decir a Trump “es lo que es” – (it is what it is). La economía en crisis, la salud en juego y la democracia en riesgo.
Que un Presidente de los Estados Unidos diga que no sabe si va a aceptar el resultado, que no todos los votos deben ser contados y le pida a sus seguidores (muchos de ellos armados) que estén listos, es algo que nunca se hubiera imaginado hace tan solo unos años.
Sin duda alguna Biden y los demócratas no son perfectos y deben resistir a una base progresista que viene con mucha fuerza (más que ideas sostenibles), pero han decidido llevar una campaña que construye más sobre lo que los une y no los que los divide.
Crear todo un movimiento en función del miedo, del odio y de las mentiras es una apuesta demasiado peligrosa que no solo puede costar una elección, si no provocar que Estados Unidos nunca logre superar las profundas heridas que se han generado en los últimos años. El Presidente, para ganar, ha estado dispuesto a todo.
Se acabaron las encuestas, se acabaron las predicciones. Llegó La Hora de la verdad y lo que suceda hoy, cambiarán el mundo para siempre, gane quien gane. Sea mañana o en unos días, nunca olvidará el lugar donde se encuentre cuando anuncien al ganador. Le guste o no, está siendo testigo de un pedazo de historia.