Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata

América Latina está viviendo procesos políticos trascendentales que pueden ser objeto de análisis serios o de consignas simplistas. Hace algunos años, los gobiernos de Sur América eran básicamente de izquierda. Luego vino el triunfo electoral de las derechas y ahora estamos experimentando una vuelta hacia opciones progresistas.

Interpretar esta realidad desde una visión “pendular” reduce la política a un fenómeno físico, explicándola como un sistema mecánico, donde al separar una masa de su posición de equilibrio se produce un movimiento periódico y oscilatorio. La “metáfora” sería equiparar el poder político con la masa referida. Pareciera entonces “natural” que los círculos de la política se repitan indefinidamente. Así, todo es un devenir donde finalmente, nada cambia.

Pero la realidad social no se puede explicar recurriendo a otras ciencias que tienen objetos de estudio completamente diferentes.

Por eso, hay que recurrir a las ciencias sociales para intentar comprender este fenómeno político mal llamado “pendular”, poder explicarlo y, hasta donde sea posible, prever lo que pueda suceder. Es desde esta perspectiva que me voy a referir a los últimos sucesos electorales, el chileno y el boliviano.

El referéndum chileno expresa el rechazo a la Constitución Política promulgada durante la dictadura de Pinochet, que produjo el llamado “milagro chileno”, expresado en la puesta en práctica de las teorías neoliberales enarboladas por los “chicago boys” y, particularmente, por su prócer, Milton Freedman. En 1975 este personaje viajó a Santiago y allí se selló el “pacto de sangre” Freedman/Pinochet. Y lo de sangre no es una metáfora, ya que se aplicó lo que Naomi Klein definió como “La doctrina del shock”, es decir reprimir brutalmente para poder eliminar toda resistencia social o política para impulsar el neoliberalismo. Ese fue el contenido fundamental de la constitución golpista.

El domingo pasado, el pueblo chileno rechazó la Constitución pinochetista y decidieron elaborar un nuevo pacto social. Es la derrota del espejismo neoliberal que exhibían las derechas en América Latina. La desigualdad social que estas políticas económicas neoliberales provocaron terminó arrasando con ellas.

Pocos días antes, en Bolivia, triunfó la opción política que ya había ganado las elecciones el año anterior y que fue derrocada por un golpe de Estado militar. Las izquierdas latinoamericanas tienen mucho que aprender de esta experiencia. Los proyectos políticos, por exitosos que sean para las clases populares, necesitan renovar sus liderazgos y tener las flexibilidades requeridas para poder incorporar otros sectores sociales de clase media.

Dicho todo lo anterior, afirmo que no debe intentarse explicar lo sucedió mediante consignas ideológicas. Algunos, desde la crasa ignorancia que caracteriza a las derechas cuasi fascistas, denuncian con pavor el retorno del socialismo y auguran la destrucción de esas economías. Le ponen máscara de “Maduro” a todo, para demonizar los sucesos. Otros, desde la esquina opuesta, ven abiertas las alamedas donde el socialismo volverá a transitar, sin darse cuenta que lo que se ha abierto es una ventana progresista. Y hay quienes quedan desnudos como pobres criaturas domesticadas por los Estados Unidos y las derechas del continente; me refiero a Luis Almagro.

Chile ha reconquistado la posibilidad de crecer con equidad, de no sustituir desarrollo social con crecimiento económico. Bolivia ha recuperado la participación de los pueblos indígenas en el ejercicio del poder político y en mantener la visión del bien común como parte sustancial del quehacer del Estado.

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