Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

Invitado por la Agrupación Cultural Simón Bolívar a exponer sobre la Revolución del 20 de Octubre de 1944, en su 76º aniversario, señalé que se vive un momento singular de la Historia, los “movimientos revolucionarios en tiempos de pandemia”. Felicité dos hechos: el triunfo del MAS en Bolivia, el 18 de octubre, para rescatar al Estado boliviano de la intervención estadounidense-oligárquica de hace un año; y la manifestación también ese día de más de trecientas mil personas en Santiago, para conmemorar un año del Estallido Social en Chile. Es augurio de la victoria del “apruebo”, este domingo, para iniciar la elaboración de la Nueva Constitución. La celebración unitaria y solidaria de la Revolución en Guatemala es otro hito.

Afirmé la importancia histórico-política de la Revolución, entendida ésta como el período de transformaciones profundas entre 1944 y 1954, la “Primavera Democrática”, bajo los Gobiernos de la Revolución, a cargo de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. Destaqué ambos gobiernos en ese parteaguas de la vida nacional, con sus logros y los peligros que enfrentaron. Arévalo, en el marco de su “socialismo espiritual”, se concentró en educación, salud, y seguridad social, como derechos humanos esenciales; Código de Trabajo e IGSS para la clase trabajadora; autonomía universitaria y autonomía municipal; política internacional abierta, con primer experimento de no alineamiento. Hubo democracia representativa plena y se produjo la inscripción del Partido Guatemalteco del Trabajo. Los problemas enfrentados fueron muchos: resistencia oligárquica y de las empresas extranjeras; campaña ideológica anticomunista por la prensa y la Iglesia Católica; presión imperialista en el inicio de la Guerra Fría; y no menos de treinta levantamientos militares.

Árbenz recibió un país menos unido, producto de la injerencia estadounidense y las acciones contrarrevolucionarias de los opositores, y una situación socioeconómica con relaciones productivas de tipo feudal. Propuso tres proyectos de soberanía nacional: ruta terrestre al Atlántico, para contrarrestar al ferrocarril, en manos extranjeras; Jurún-Marinalá, para rescatar la soberanía energética, en manos de empresas foráneas; y la reforma agraria, para entregar tierra ociosa en manos privadas a campesinos necesitados de trabajarla. El Decreto 900, Ley de Reforma Agraria, fue aprobado el 18 de junio de 1952. Favoreció a más de cien mil campesinos. Además, las medidas de Arévalo fueron profundizadas. El enemigo principal a nivel nacional fue la Compañía Frutera y a nivel internacional fue Estados Unidos, a la luz de su feroz anticomunismo y la Guerra Fría. Los golpes militares fraguados desde la Embajada y la derecha fueron derrotados y las tropas mercenarias que entraron desde Honduras fueron detenidas en Zacapa. Washington, sin embargo, decidió intervenir totalmente en Guatemala, para lo cual utilizó la presión político-diplomática, especialmente en la OEA, y organizó la secreta operación PBSuccess de la CIA. En junio de 1954, Árbenz renunció, por engaño de Washington y por traición de altos jefes del ejército de Guatemala (continuará).

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