Julio R. García-Merlos
Gabriel García-Márquez hubiese encontrado abundante materia prima para sus obras en la Guatemala de nuestro tiempo. Los jueces como principales protagonistas en varias historias de realismo mágico.
La semana pasada trascendió que una magistrada de la Corte Suprema Justicia participó en el acto de entrega de un premio al que denominaron Mejor sentencia con perspectiva de género en el ramo Penal y Niñez que otorgaron a un Tribunal de Sentencia de Chimaltenango. Sobre la forma en que se administra justicia en nuestro país consagra el artículo 203 de la Constitución lo siguiente: La justicia se imparte de conformidad con la Constitución y las leyes de la República (…) los magistrados y jueces son independientes en el ejercicio de sus funciones y únicamente están sujetos a la Constitución de la República y a las leyes.
Hoy quiero reflexionar sobre esto ¿es correcto que se premien sentencias desde la institucionalidad del sistema de justicia? ¿cuáles son los cánones para premiar una sentencia? ¿acaso esto no vulnera el principio de imparcialidad? ¿genera incentivos perversos? Los jueces de la república tienen la obligación de emitir sus sentencias con apego a derecho, en sus decisiones verterán sus criterios fundamentados en la ley, velando porque se respete la tutela judicial efectiva y las garantías procesales como parte de la primera. Los jueces no deciden con base a enfoques o perspectivas, sobre todo, cuando responden a visiones con alto contenido político y que riñen con el principio de igualdad en sus diversas manifestaciones.
Considero que se equivocan los magistrados al generar estos malos incentivos desde la institucionalidad. La Corte Suprema de Justicia no puede generar alicientes para que los jueces procuren conseguir reconocimientos por los enfoques de sus sentencias, porque esto es notoriamente contrario a los principios de independencia e imparcialidad, pilares de todo sistema de justicia funcional.
Cuando un juez se sienta en su despacho, recaba el análisis de sus letrados o colaboradores, contrasta los hechos con el Derecho y se prepara para emitir su decisión final, no debe tener en mente ningún concurso o competencia, sino que debe considerar el juramento que hizo de respeto a lo que prescribe nuestra Constitución y decidir en consecuencia. Ese es el ideal que se ve tan lejano. Con anterioridad manifesté que es peligroso que los procesos judiciales se conviertan en reality shows, hoy me preocupa que la administración de justicia se convierta en un gran concurso en el que los jueces procuren galardones y medallas en lugar de procurar una conciencia tranquila por haber ejercido su función de conformidad con lo que el derecho demanda. Los jueces no deben ser celebridades con audiencia, su fidelidad es a la constitución y a la ley; no a un público.
Bueno, que podemos esperar en el país en el que la presidente de la Corte de Constitucionalidad públicamente manifestó que para resolver los casos que tiene a su cargo toma en cuenta quien es el abogado de determinado proceso y revisa las dedicatorias de sus tesis para formarse una opinión con base en datos extra-proceso y subjetivos. Otra escena para la compilación de realismo mágico en la justicia guatemalteca.
Guatemala no se abrirá brecha en el concierto de las naciones desarrolladas sin una justicia verdaderamente imparcial e independiente.
Julio García-Merlos
@jgarciamerlos