Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Es increíble como nuestra vida diaria a pesar de que tenemos acceso a la producción de conocimiento y tecnología, aún es controlada en muchos sentidos por creencias falsas y supersticiones y eso sucede aún en personas que se han formado en universidades a los que la ciencia les dio conocimientos pero no amor por ella, ya que no vuelven a sentir curiosidad por avanzar dentro de la misma y todo eso sucede, en un mundo altamente dependiente de la ciencia para su sobrevivencia y lo será cada día más.

Y miré sino suceden cosas contradictorias. Hay estudios que muestran que tres de cada cinco pacientes de enfermedades crónicas como diabetes, trastornos cardiovasculares, gastritis, obesidad y otros males, si podrían haber evitado, usando adecuadamente conocimientos científicos de prevención diagnóstico y tratamiento y esos pacientes hubieran podido no padecer la enfermedad o bien no hubieran éstas llegado al grado de severidad que tienen. En otros campos también hay ejemplos de mal o no uso de la ciencia. En el campo agrícola, más de la mitad de la forma de producción: desde uso y protección de la tierra, hasta forma de producción se hace mal y con grandes daños ambientales y altos costos. En el campo de la alimentación, más de la mitad de la población mundial tiene una ingesta nutricional deficiente ya sea por carencias o por excesos y Así podríamos seguir hablando del mal uso de la ciencia y la tecnología en otros campos del trabajo y la vida humana y en todo esto lo peor, lo peor es que la mayoría que usamos y hacemos mala práctica de la ciencia y la tecnología, creemos que lo hacemos y que lo que hacemos, tiene fundamento y está avalado por un pensamiento científico correcto. Por supuesto que la mayoría damos reconocimiento y damos alto valor científico y técnico a todo el aparataje que usamos a diario, pero todo lo referente a su adecuado uso también avalado por las ciencias, nos viene del Norte.

De tal manera que aun en pleno siglo XXI, la ciencia y la conducta son dos mundos completamente divorciados y ante nuestro comportamiento, que muchas veces se ha constituido en malos hábitos, las sesudas explicaciones científicas las solemos asimilar pero no aplicar, no tienen poder sobre nosotros y eso a pesar de que se ha estimado que una mala aplicación de la ciencia en nuestra vida diaria, puede representar un costo económico altísimo. A finales del siglo pasado, alguien dijo con mucha sabiduría que la ganancia de nuestro trabajo nos sirve para pagar nuestros errores; para pagar el hecho de tomar decisiones basadas no en el rigor de la verdad, sino de mentiras que cubrimos con un grado de veracidad totalmente infundada. Una diferencia positiva para lograr un desarrollo nacional, necesita que pongamos mayor atención a la ciencia y sus posibilidades. Sería bueno que todas las universidades pusieran en sus pensum y aplicadamente un curso de ciencia e ingeniería para la gestión de problemas cotidianos, como requisito de graduación.

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