Arlena Cifuentes
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Abstraernos de lo que sucede en nuestra Guatemala, cerrar los ojos a nuestro derredor resulta imposible. La semana pasada Giammattei y su asesor maravilla, Asturias, reconocieron oficialmente que estamos viviendo ya una segunda ola da la pandemia del covid-19, lo cual brindaba la oportunidad de corregir los grandes errores del pasado reciente. En donde hizo falta una verdadera y amplia campaña educativa de fácil comprensión que llegara a los lugares más recónditos del país en donde términos como “OLA” se eviten o se expliquen. Es vital una campaña de esta naturaleza que permita CONCIENTIZAR a la población sobre lo que significa ser contagiados, de la manera en la que el virus se transmite, los síntomas y las medidas preventivas todo esto explicado con palitos ya que hasta el presente no existe la conciencia social sobre los riesgos que el infectarse implica para cada familia sobre todo en las condiciones de hacinamiento y pobreza en las que viven nuestros hermanos.

En lo que al departamento de Guatemala se refiere se observa una población relajada imaginemos lo que sucede en el interior. Durante el fin de semana me vi en la necesidad de acudir a un par de tiendas de abarrotes pudiendo observar que ya no se aplican medidas como el uso de la mascarilla menos aún el distanciamiento social. Lo que importa es la reactivación de la economía y por ello no se observan protocolos. Es en esta línea que el sector privado y el gobierno han decidido jugar. Contágiese el que quiera, esta es la nueva normalidad a la que tanto se hace referencia y se repite en los medios sin ponerse a analizar si realmente el término corresponde al momento actual. No existe el regreso a la normalidad ni tampoco hay una que podamos definir como tal. Todo es incierto y a ello han contribuido grandemente las decisiones erráticas del gobierno ocultando y deformando la información.

Observamos en las calles, no importa si es un barrio o una zona residencial, a las personas sin mascarillas o portándolas debajo de la nariz lo cual es grave. Han desaparecido los protocolos. Las líneas aéreas salen y regresan a nuestro país llenas de pasajeros, los restaurantes tienen suficientes clientes pareciera que no hay razón para cuidarse.

En este momento crucial, lo menos que podemos exigir al gobierno es que no mienta ni engañe ya que nos asiste todo el derecho de acceder a una información fidedigna. Ocultando la realidad y proporcionando datos falsos, reduciendo el número de infectados y el de fallecidos es contraproducente ya que de acuerdo a ella así será el comportamiento de la sociedad. El pueblo debe conocer lo que realmente está sucediendo lo cual marcará la pauta para que la gente se cuide o se relaje, son las “autoridades” actuales las responsables del relajamiento. Hace pocos días salió publicado que se habían realizado más de cinco mil pruebas –en un mismo día- siendo pocos los infectados. Lo que la ciudadanía pasa por alto es que dentro de dicha cantidad se incluyen todas las realizadas por laboratorios y hospitales privados mismas que están siendo requeridas como requisito en la contratación de personal, procedimientos hospitalarios, viajes y muchos otros. Se trata de querer hacernos ver “una falsa eficiencia” ya que en el transcurso de estos nueve meses ha quedado suficientemente demostrado todo lo contrario pues hemos podido constatar como se ocupan en emprender otros proyectos que en estos momentos de crisis no son prioritarios pero que les son convenientes porque benefician los bolsillos de muchos dentro y fuera del aparato estatal.

Quien afirme que Guatemala está preparada para hacerle frente a una segunda ola miente. Es indispensable aumentar el número de pruebas y dejar de manosear la información.

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