Alfonso Mata
Este año era crucial para el País. La pandemia lo colocó aun en más, ya que nos ofrecía por primera vez una elección clara y decisiva de un cambio pacífico. El objetivo era darle vuelta a un régimen corrupto, desgastado y endurecido. Pero a los dos meses de recién iniciado régimen, caíamos de nuevo estrepitosamente en la politiquería y la flacidez cultural, mientras la pandemia ayudaba a romper con la estructura económica, favoreciendo a sus mafias. Basta con seguir el manejo de préstamos y del ejercicio fiscal, para darnos cuenta cómo la coalición de los viejos dueños de los partidos y sus líderes, con los capitales, continúan con su agosto. Seguimos dando vueltas en círculos, enjaulados por un sistema que está desgastado y endurecido para poder apoyar el desarrollo humano de la mayoría y es claro que nos hundimos miserablemente en las argucias políticas y la degradación económica financiera y cultural.
Desde hace décadas, sabemos que o asumimos el fructífero desafío de la responsabilidad nacional, asegurándonos al mismo tiempo libertad con seguridad y dignidad a la par de un manejo más adecuado de las condiciones esenciales de la prosperidad o la pobreza seguirá en aumento. ¿Cuáles son los impedimentos que se anteponen’: primero la existencia de un régimen que impide la soberanía tanto como objetivo y como fin. Como medio, la soberanía debería permitirnos la madurez, de la certeza de un vivir más humano y de la capacidad de progreso continuo del potencial de los grupos más necesitados. Como fin, resulta evidente con cada día que pasa, que el viejo sistema de obtener el poder a través de partidos que se aferran como un tablón carcomido por las polillas, no es más que un régimen de pavorosa corrupción y rutinas enfocadas al permanente desorden y desprecio por la población y avaricia por dineros ajenos y poder. La soberanía no cambiará todo eso de la noche a la mañana, pero mientras no estemos claros que solo ella puede sacarnos de esta pequeña y lamentable jungla de instituciones obsoletas y confusión estéril y maligna, no avanzaremos. Solo ella puede permitirnos terminar lo antes posible el «calvario de pobreza” que vive una gran parte de nuestra gente y luego embarcarnos en orden en la gran carrera del siglo: la del desarrollo social, humano, técnico y ambiental.
La sociedad moderna que necesitamos, demanda que todos los sectores sociales se crucen y penetren cada vez más. El hombre que se gana la vida laboriosamente y busca para sus hijos un mejor modo de vida, cuando tiene que buscar tratamiento o los problemas que afronta su familia, entonces el mismo hombre se ve a sí mismo inmerso en lo social unido a la politiquería, la injusticia o falta de aplicación de las leyes que demoran a su costa que en lugar de facilitarle, le impide, ese hombre, se sume en un abismo. Debemos entender que son miles los hogares condenados a una resignación que le pasa serias facturas, pues el hombre con la mira en la supervivencia, carece de interés de ir más allá de ello.