Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Anoche se informó oficialmente desde la Casa Blanca que el Presidente Donald Trump dio positivo, junto a su esposa, en las pruebas de coronavirus que se les hicieron luego de que una de las cercanas asesoras resultara enferma. De inmediato en todo el mundo empezaron a manifestarse signos de incredulidad y acá en Guatemala las redes sociales empezaron a propagar que sin duda le había dado el mismo virus que a Giammattei, uno que afecta a gobernantes en problemas, decían algunos mensajes. El caso de Trump es importante no sólo porque desempeña el cargo de mayor importancia en el mundo, sino porque es un patético ejemplo de la torpeza que es anteponer la vanidad a la seguridad en el tema del uso de las mascarillas.

Los científicos han dicho, desde el principio, que la herramienta más útil para evitar contagios es la mascarilla y su uso no sólo correcto sino constante al interactuar con otras personas. Nuevos estudios inclusive señalan que también tiene efecto en el nivel de complicaciones que puedan presentarse, porque la gente que la usa recibe menos virus y que la cantidad de éstos que entran al organismo tiene mucho que ver con la gravedad que pueda sufrir el paciente.

En el último debate Trump se burló de Biden porque usa mascarilla y dijo que él siempre carga una, pero la tiene entre la bolsa del saco, de donde la sacó para mostrar que eran ciertas sus palabras. El caso es que en Estados Unidos hay preocupación porque es elevado el número de personas que se resisten a usar mascarilla y hasta se han dado enfrentamientos entre los que la usan como medida de precaución y los que, siguiendo el ejemplo de su presidente, rechazan su uso y consideran que es parte del ejercicio de la libertad el poder entrar a cualquier sitio sin ponérsela.

Hay ciertos personajes a los que no se les puede creer todo lo que dicen y por ello, cuando se enferman, les pasa las del pastorcito del cuento y nadie los toma en serio. Pasa en Guatemala y en Estados Unidos, pero en el caso de Trump hay que notar que a 31 días de las elecciones, encerrarse por dos semanas puede ser fatal, por mucho que algunos de sus asesores se mostraran preocupados por los futuros debates y por el curso de la errática campaña. No es lo mismo una elección que un Centro de Gobierno, obviamente, y eso hace gran diferencia.

Pero desde el punto de vista del curso de la pandemia, sin duda que la noticia del contagio del Presidente de los Estados Unidos se convierte en un tema crucial para la humanidad por todo lo que tiene que ver con el uso de la mascarilla. Pocas figuras públicas fueron tan reacias a su uso como el Presidente de los Estados Unidos y en pocos lugares el mal ejemplo fue tan contundente como en ese país entre los seguidores de Trump, quienes hacen ostentación de su repudio al dispositivo, confiados sin duda en que, como dijo el gobernante, el virus no tarda en desaparecer. Yo creo que la lección es brutal y debe servir para que muchos abran los ojos y se tapen la boca.

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