Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

En los años ochenta y noventa, Guatemala se analizaba anualmente en los espacios de la Comisión de Derechos Humanos y la Asamblea General de la ONU, enfrentándose el Gobierno de Guatemala a representantes de la sociedad civil, la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG), de la cual fui cofundador y coordinador, y dirigentes de la URNG. La prensa nacional denominó estos debates anuales como “batalla de la ONU”. Año con año, pese a las maquinaciones del Estado guatemalteco y de los representantes de Washington, esa batalla era ganada por quienes queríamos transformar al país. Poco a poco, la presión internacional fue limitando la capacidad represiva del Estado militarizado y logró que un acuerdo de paz se hiciera impostergable. Desde luego, la fuerza principal estaba en la resistencia de las organizaciones sociales a la dictadura militar y la resistencia armada de los grupos guerrilleros. Al firmarse el Acuerdo de Paz Firme y Duradera en 1996, el escenario de la ONU dejó de ser campo de enfrentamiento, con la esperanza de que sus disposiciones fueran cumplidas cabal y prontamente. La implementación del Acuerdo fue un fracaso, lo que ha llevado a la situación que se sufre actualmente; pero las condiciones de la ONU, y del mundo, no han permitido exigir cuentas al Estado guatemalteco. De hecho, éste, con el respaldo de Washington, expulsó en 2019 a la CICIG, el ente enviado por las Naciones Unidas para la lucha contra la corrupción y la impunidad.

La ONU, sin embargo, ha vuelto a presenciar batallas, aun durante la pandemia. Trump ha atacado, sistemáticamente, al sistema internacional vigente, con miras a sustituir las relaciones internacionales con base a derecho por imposiciones de fuerza bruta. Se ha retirado de importantes acuerdos internacionales y ha torpedeado los legítimos esfuerzos de paz en zonas conflictivas. Acaba de tomar acciones punitivas contra la Organización Mundial de la Salud, justamente cuando su rol es esencial para enfrentar la pandemia. Con miras a ser electo en noviembre como presidente, mantiene amenazas y agresiones contra Irán, Cuba y Venezuela, acciones totalmente prohibidas por la Carta de las Naciones Unidas, y en sus declaraciones recientes ante el 75º período de sesiones de la Asamblea General, ha acusado falsamente a China de “infectar” al mundo con el coronavirus, tratando de recrear la “Guerra Fría”, en momentos en que toda la comunidad internacional debiese unirse para derrotar prontamente a la pandemia. Incluso, presumiendo de avances, se ha retirado de los esfuerzos multinacionales por encontrar vacuna y tratamientos adecuados. Por desgracia, en esta batalla irracional e inmoral, Estados Unidos no está solo. Trump ha movilizado a sus sumisos servidores a generar nuevos conflictos: Bolsonaro ataca a Fernández, en Argentina; Duque amenaza a Maduro, en Venezuela; y otros países ahora bajo el yugo imperial, como Bolivia, Chile y Ecuador, se aprestan a cumplir las órdenes de convertir a la región en una colección de dictaduras fascistas. Aumenta el riesgo de una nueva “guerra no fría”, la cual debe ser detenida, derrotada y desmantelada en las batallas próximas de la ONU.

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