Víctor Ferrigno F.
Desde el inicio de su gobierno, Donald Trump se ha alejado del multilateralismo que promueve la ONU y la Unión Europea, y ha optado por políticas nacionalistas como “America First”, y a finales del año pasado lanzó la iniciativa regional “América Crece”, para recuperar la influencia geopolítica que China y Rusia le han arrebatado en el continente.
La pandemia opacó la iniciativa regional de EE.UU., la cual fue relanzada el fin de semana pasado por el Secretario de Estado, Mike Pompeo, con una polémica gira a Surinam, Guyana, Brasil y Colombia, países fronterizos con Venezuela, por lo que aprovechó para lanzar sus acostumbradas diatribas y amenazas contra la revolución chavista.
Aunque los documentos oficiales de la iniciativa “América Crece” sostienen “que buscan facilitar la prosperidad económica, la seguridad y la buena gobernanza. Las Américas se enfrentan a una falta de inversión en infraestructuras que lastra el crecimiento económico. La región necesita entre 100 mil y 150 mil millones de dólares anuales de inversión en nueva infraestructura. Debido al crecimiento de los centros de población y los mercados económicos, se requiere mayor inversión para asegurar la diversificación de los mercados, la seguridad energética y la continuidad del crecimiento”.
Camuflada como una iniciativa económica, para facilitar inversiones estadounidenses en América Latina, “América Crece” responde claramente a la Doctrina Monroe, impulsada desde mediados del Siglo XIX, preconizando el lema “América para los Americanos”, la cual debe ser leída como Latinoamérica para los Norteamericanos. Es decir, postula el derecho imperial de EE.UU. de imponer sus intereses en el continente. Este dictum imperial se debilitó con la globalización y, hoy día, Trump va por sus fueros.
La iniciativa estadounidense llega tarde y mal, pues China Popular inició sus inversiones masivas en 2002, que alcanzaron casi 306 mil millones de dólares en 2018, convirtiéndose en el mayor inversor en la región, sin condicionamientos militares, mientras EE.UU. está en la fase de planificación y oferta. Aunque en menor escala, Rusia avanza desde 2004, efectuando grandes inversiones, como las de la estatal Petrolera Rosneft en Venezuela, lo cual infarta a Trump y Pompeo, por lo que han bloqueado cuentas bancarias, refinerías y rutas de transporte marítimo de hidrocarburos.
Además de llegar con tres lustros de retraso, la iniciativa de Trump llega mal, porque oculta una posible intervención militar contra Venezuela, y reafirma el bloqueo contra Cuba. China y Rusia se han pronunciado enérgicamente contra tal extremo, y han brindado apoyo financiero, militar y energético a la Revolución Bolivariana.
Es evidente que los inversores estadounidenses no estarán dispuestos a arriesgar su capital en aventuras militares, y los Pueblos rechazan la injerencia imperial. Tan es así que, en Brasil, el Presidente del Congreso, Rodrigo Maia, y los tres últimos Presidentes (Cardoso, Ruseff y Lula) rechazaron el periplo imperial de Pompeo. Éste llegó a Colombia en el marco de fuertes enfrentamientos sociales, con altos niveles de represión, que fueron calificados como masacres por la alcaldesa de Bogotá.
Más allá de los discursos, la CEPAL pronostica que Latinoamérica no crece, y que este año experimentará una recesión del 5.3% en su PIB, la peor tasa de la historia. Además, 231 millones de personas ya viven en pobreza, y 96 millones en pobreza extrema. Estos son los retos sociales que debemos resolver en Nuestramérica, los cuales requieren de masiva cooperación para el desarrollo, y no de intervencionismos militares.